Domingo, 5 de mayo de 2013 | Hoy
CASOS> EL LIBRO DE DALMA MARADONA, HIJA DE DIOS
Más de una década después del best seller Yo soy el Diego de la gente (2000), el libro de memorias de Diego Armando Maradona, es el turno de su hija Dalma. No es el Diego, es mi papá es el subtítulo de un volumen pequeño pero entrañable, en el que la hija mayor del 10 recorre sus recuerdos al lado de un padre enorme, inimaginable. Con dibujos de Costhanzo y fotos sacadas del álbum familiar, el libro es mitad biografía y mitad catarsis, compartiendo en el camino anécdotas y recuerdos memorables. Acá, una selección de sus mejores momentos.
Por Dalma Maradona
Cuando era chiquita, no entendía mucho el tema de los fanáticos. Nuestra vida era normal. Mi papá a veces me iba a buscar a la escuela y mis amigas venían a jugar a casa y ni sabían a qué se dedicaba mi papá. A veces se amontonaban algunos papás para verlo al mío, pero nada del otro mundo.
Una vez le pedí a mi papá que me llevara al shopping. El no quería saber nada. Me puse a llorar, encaprichada, creía que era de malo que no me quería llevar. Insistí tanto que me llevó. Entramos al shopping y se armó un revuelo bárbaro. Gritos, corridas... La gente parecía desesperada. Nos metimos en un local de ropa donde yo quería comprar y la gente se abalanzó contra la vidriera. ¡Se vinieron abajo los vidrios por la presión de la gente que quería entrar al negocio donde estábamos nosotros! “¿Ves por qué no te quería traer?”, me dijo mi papá. Ahí empecé a entender que había cosas que con él no se podían hacer.
Ahora dice que su sueño es poder ir a un shopping. Fantasea con mandarse a hacer una máscara con la cara de Mick Jagger para ir a un shopping disfrazado. Es un ridículo. Yo le digo que es un tarado. ¡Si querés pasar inadvertido, no te hagas la cara de Mick Jagger!
No me imagino saliendo con alguien que tenga fotos de mi papá en su cuarto. Ni que se la pase hablando del Mundial ’86. O que me invite a ver una peli y me ponga Héroes. Ni que tenga la cara de mi papá en un tatuaje, o su firma. ¡Ni loca! Me daría mucha impresión. A él le encantan esas demostraciones de cariño. A mí me parece que toda esa gente tiene problemitas. Cuando mi papá está manejando y se cruza con algún auto con la calco de su firma, les toca bocina o les hace luces, y se asoma levantando el pulgar festejándoles la locura. ¡Un papelón!
A lo largo de mi vida vi todo tipo de reacciones. Tipos grandes que se bajaron del auto y se pusieron a llorar instantáneamente. O que frenaron el auto y se quedaron en shock, duros, mirando a mi papá sin ninguna reacción. O que pararon el auto y después no pudieron ponerlo en marcha de los nervios.
Una vez, íbamos a la cancha y mi papá tenía el vidrio bajo. Al lado nuestro apareció una moto totalmente ploteada con los colores de Boca. En la moto iba el conductor, con su mujer y su hijito en el medio. A mi papá le encantó el ploteo, y les tocó bocina. Cuando el tipo se dio cuenta de que era mi papá, largó el manubrio y se puso a llorar en el acto. ¡Casi mata a toda la familia! ¡Un loco!
Cada vez que voy a un lugar, la gente me cuenta alguna historia con mi papá. Todo el mundo tiene algún cuento con él (o capaz me los inventan, no sé): “Me lo encontré en un boliche para Año Nuevo y cuando lo vi, le dije: ‘¡Diego, me muero!’, y tu viejo me contestó: ‘¡No te mueras que es fin de año!’.”
“Yo era chiquito y me enteré de que tu viejo estaba cerca de casa. Fui con
El Gráfico para que me lo firmara. Estaba lleno de periodistas y tu papá estaba dando notas. Ni me veía, estaba en la suya. Hasta que me vio cuando yo estaba por entrar al lugar, después de atender a todos los periodistas. Agarró El Gráfico y me dijo que volviera a buscarlo después. Volví sin muchas esperanzas, pero un tipo de seguridad me dio
El Gráfico firmado. Un grosso, no se olvidó, lo firmó y dejó encargado que me lo dieran.”
“Antes del Mundial ’94, me lo encontré a tu viejo en la calle y le grité ‘¡Diegooo!’. ‘¿Qué?’, me respondió él. Me temblaron las patitas. Con un hilito de voz, le dije: ‘Ahora, en el Mundial, te quiero en el área chica, metiendo goles, no tirando pases’. ‘¡Y yo también quiero estar ahí, si ahí está la joda!’, me dijo él. Y después les metió el gol a los gringos. Yo quiero pensar que me lo dedicó a mí.”
“Cuando tu papá metió el gol a los ingleses, mi papá y yo nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Es el único abrazo que recuerdo haberme dado con mi viejo, y se lo debo al tuyo. Toda la vida se lo voy a agradecer.”
Otro “producto” derivado de mi papá, y que todo el mundo quiere tener, es alguna de sus camisetas. Me acuerdo de que en una época, cada vez que alguien venía a mi casa y mi mamá les mostraba los recuerdos de la carrera de mi papá (las copas, los premios, las fotos, las medallas...), ella siempre terminaba regalándole una camiseta.
Una vez el hijito de un electricista que estaba haciendo arreglos en casa se puso a llorar, y ella, para que se le pasara, le regaló una camiseta de mi papá. ¡Una de las que él usó como jugador! Ella regalaba camisetas como souvenires. Por eso me encargué de atesorar la del gol a los ingleses, es la más codiciada. Durante años la tuve debajo de mi colchón y siempre controlaba que estuviera ahí, intacta. Le hice marca personal, fui su mejor guardiana. (Aviso que no está más ahí. Lo aclaro por si a alguien se le ocurre ir a buscarla.)
Cuando mi papá estaba por empezar a jugar un partido, venían todos los jugadores del equipo contrario a pedirle que al final intercambiaran camisetas. El les decía a todos que sí. A veces usaba eso como estrategia, se las prometía a los más bravos del otro equipo para tenerlos encima al final del segundo tiempo. Se los llevaba con él para despejarles las marcas a los otros jugadores. Los tipos dejaban sus marcas libres para estar cerca de mi papá y quedarse con su camiseta, ¿lo pueden creer?
Para algunas personas mi papá es como un objeto de colección. Sus camisetas, sus fotos, su firma. Un señor le ofreció un montón de plata para que fuera testigo de su casamiento. Mi papá ni lo conocía, ¿cómo le iba a salir de testigo? Parece que al tipo le divertía tener la firma de mi papá estampada en su libreta de matrimonio.
Desde que tengo memoria me han dicho cosas increíbles que les pasa con mi papá. Igual, creo que lo peor que me dijo un fanático fue: “¿Te puedo tocar? ¡Sos un esperma de Dios!”.
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