radar

Domingo, 16 de febrero de 2014

EL CORREDOR DE FONDO

Personajes Se estrena Nebraska, una película en blanco y negro nominada al Oscar que es el gran relanzamiento de Bruce Dern, actor de actores, padre de la gran Laura y amigo de Jack Nicholson. Hijo de una familia patricia, maratonista, especialista en villanos y uno de los rostros del cine psicodélico de los ’60, fue uno de los actores favorito de Hitchcock, Kazan y Walter Hill, pero siempre quedó en un segundo plano. Hasta ahora que, a los 77 años, acaba de llegar a su mejor momento.

 Por Mariano Kairuz

Una imagen en Nebraska, la nueva película de Alexander Payne –estreno del próximo jueves en Argentina– lo dice todo. En el cuadro, casi una foto fija, vemos al viejo Woody y su hijo, y a varios de sus parientes, aplastados sobre un sillón, mirando todos hacia un mismo lugar. El punto de vista de la cámara es el del televisor, como si en lugar de estar viendo televisión, fuera la televisión la que los está viendo a ellos. Es una imagen algo patética, tal es el estado de inacción de los personajes, la angustiante nada del momento. Nebraska está filmada en blanco y negro por razones que Payne (el director de Entre copas y Los descendientes) considera evidentes, intrínsecas de ese universo que pretende narrar, que pertenece a la zona de medioeste norteamericano en el que se crió y aún vive. “Lo que quiero es fotografiar de manera hermosa la banalidad”, arriesgó. Aunque con un afecto por sus protagonistas que tarda en ir tomando forma, ése es el tema de buena parte de Nebraska: la banalidad, la medianía, cierta mediocridad, que con el correr del relato vamos entendiendo es apenas la imagen superficial que proyectan sus habitantes, con sus vidas comunes surcadas por heridas y frustraciones profundas. La elección de filmar en blanco y negro fue una de las principales objeciones que le hizo Paramount a lo largo de los 10 años que Payne le dio vueltas al guión de Bob Nelson. Otra fue la exigencia de que consiguiera una estrella para el protagónico: Robert De Niro, Robert Duvall, Jack Nicholson (que filmó con Payne Las confesiones del Sr. Schmidt). Payne consideró a Gene Hackman, pero siempre volvía a su primera opción: Bruce Dern. Aunque es un gran amigo de Nicholson desde su juventud (y contemporáneo de Peter Fonda, en los años de Easy Rider, y de The Trip), aunque filmó más de ochenta películas, varias de ellas de culto y alguna que otra un gran éxito comercial, y aunque fue nominado al Oscar a fines de los ’70 (por Regreso sin gloria), Dern no es considerado una estrella por los estudios. Sin embargo, desde hace casi un año, cuando la película se estrenó en la competencia de Cannes, para todo el mundo es difícil imaginarse Nebraska con otro actor que no sea Dern en el papel de Woody. De la Costa Azul, Dern se llevó la Palma al mejor actor, y ahora, a los 77, es dueño de una de las seis nominaciones al Oscar de Nebraska –que incluyen mejor película, director y guión–. El Oscar probablemente se lo lleve otro (McConaughey), pero éste es su momento. Suele decirse que lo que mutiló la carrera de Bruce Dern –la que pudo haber sido, la que tuvieron varios de sus pares generacionales– fue haber tenido la nada popular tarea de asesinar a John Wayne en el cine, en la película Los cowboys, de Mark Rydell (1972). Es un poco un chiste, pero lo cierto es que eso ayudó a cimentar su imagen de villano y de sociópata, un encasillamiento del que jamás saldría. Entre sus personajes más recordados, fue el hermano de Jack Nicholson que terminaba mal en la extraordinaria Castillos de arena (The King of Marvin Gardens, 1972), fue el veterano de guerra resentido que planeaba volar en pedazos el estadio del Super Bowl en Domingo negro (1977), y más recientemente un mormón diabólico en la serie sobre matrimonios polígamos Big Love. El legendario Walter Hill (que lo dirigió en Driver, 1978) también lo definía por su lado más oscuro: “Bruce tiene el poder de usar una amabilidad excesiva para disimular su malevolencia”. Quien también lo apreció enormemente en los ’70 fue Alfred Hitchcock, que lo dirigió en un papel menor en Marnie la ladrona, lo empleó a menudo en su serie Alfred Hitchcock presenta, y lo puso de coprotagonista y mano derecha cuando su salud fallaba sin remedio, en Trama macabra, su último film. Si para Hitch los actores, famosamente, eran “ganado”, Bruce era “mi ternero de oro”. “Puede hacer mucho con muy poco”, dijo Joe Dante, que puso a Dern en varios de sus films (como la comedia negra SOS Vecinos al ataque, donde interpretaba a otro veterano de guerra paranoide). “En los ’60, tenía un estilo actoral único, capaz de canalizar los tics de gente real. Siempre era el tipo más presente en la escena. Y es notable que un tipo que nunca bebió, fumó ni se drogó haya conseguido capturar tan bien la psicodelia de los ’60 en una película como The Trip.” Porque ese es otro detalle increíble y falsamente paradójico de la biografía de Dern: figura de alguno de los films paradigmáticos del lisérgico flower power, es un cultor incorruptible de la vida sana, maratonista que, asegura, en 53 años sólo tuvo que dejar de correr 80 días en total. De los films que Dern hizo fuera de su encasillamiento en los ’70, uno lo vinculaba inesperadamente –e inadvertidamente para su público– con sus orígenes: Dern fue Tom Buchanan en la fallida versión de El gran Gatsby que filmó Jack Clayton en 1974, con Redford en el papel protagónico. “Fue difícil meterme en ese terreno –dice Dern–. Gatsby vive en el mundo de los millonarios, la alta sociedad, las herencias y los buenos modales. Todo aquello de lo que yo me estaba escapando.” Porque Bruce MacLeish Dern (Chicago, 1936), el muchacho liberal del cine indie y drogón de los ’60, había nacido en una familia “patricia”, era nieto del primer gobernador no mormón de Utah y secretario de guerra de Roosevelt, ahijado de Eleanor Roosevelt (que fue alguna vez su niñera) y del dos veces candidato a presidente Adlai Stevenson, y sobrino del poeta Archibald McLeish. En esta familia no había lugar, suele decir Dern, para quienes no tuvieran grandes planes, y ser un actor no daba el rango. Desde chico se sintió expulsado: fue enviado a estrictos y lejanos institutos, y cuando decidió estudiar actuación, su madre le retiró todo su apoyo. En 1969 Dern se divorció de su segunda esposa, la actriz Diane Ladd –con quienes son padres de Laura Dern– y le pidió prestados 500 dólares a su madre. Ella le respondió: “No puedo dártelos porque elegiste meterte en un negocio en el que nosotros sentimos que no es importante mantenerte”. Pero alguien ya le había advertido bastante temprano que las cosas iban a ser así de difíciles. A fines de los ’50, cuando llegó al Actors Studio, y Elia Kazan lo tomó como su discípulo, Marilyn Monroe se le acercó y le dijo: “¿Así que vos sos el nuevo pollo de Gagde, ¿eh?”. Dern pensó que se estaba burlando de él, pero no, le aclaró ella: el propio Kazan hablaba maravillas de él, aunque con una observación: “La gente no lo va a conocer hasta que tenga 60 y pico”. Y a los 67, diez años atrás, le llegó por primera vez el guión de Nebraska. El personaje de un viejo algo dañado que emprende una caminata de Lincoln, Montana, a Omaha, Nebraska, para cobrar el premio de un millón de dólares que el volante publicitario de una revista –una estafa común y obvia para cualquiera– le asegura que ha ganado. El viejo que se busca a sí mismo finalmente encontró a Dern diez años después. Renacido, Dern asegura que no aceptará papeles por debajo de Woody. Tiene 77, pero no importa, no es tarde. El Oscar es un pretexto. “Voy a vivir cien”, dice. “Y voy a dejar muchos personajes inolvidables.”

Compartir: 

Twitter

 
RADAR
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.