NOTA DE TAPA
Bienvenidos al desierto de lo real
La pelea entre los realities y la ficción ya es historia. El nuevo fantasma que recorre la televisión se cuela en todo tipo de programas: telenovelas, series, investigaciones periodísticas, documentales y ciclos confesionales. De los neuropsiquiátricos de Sol Negro a las cárceles de Tumberos, Pabellón 5 y No Matarás, pasando por los hospitales de E-24, Hospital Público y las historias alrededor de la marginalidad en Ser Urbano, Kaos y la enfermedad en Resistiré y Soy Gitano, el morbo parece haber copado a espectadores y programas por igual.
Por Claudio Zeiger
Morbo, sangre, cárceles y locura en la TV. No, tranquilos, no es el anuncio de una nueva emisión de Edición Chiche. Ni siquiera es algo que venga de la mano de un exceso de sensacionalismo. No es pantalla roja ni búsqueda exclusiva de pantalla caliente. Es una tendencia que parece instalarse un poco más allá de las opiniones que sostienen –un tanto mecánicamente– que el único fin que persigue esta nueva ola que ha invadido la televisión es rating a fuerza de mostrar imágenes descarnadas, sexo muy hot o insistiendo con tópicos ya probados de la marginalidad mediática: tumberos, travestis, internos psiquiátricos, entre otros. Llama la atención cómo se fue instalando la ola en programas de ficción –Resistiré, Disputas, Tumberos–, en periodísticos y documentales –Ser urbano, Kaos, Historias del crimen, No matarás– y ahora brilla de modo diferente en dos flamantes ciclos: Sol Negro y E-24. En realidad, no se trata de ese típico movimiento pendular de la TV nativa que ha venido a plantear una especie de antinomia de géneros. Cuando se imponía la fiebre de los realities, las ficciones brillaban por su ausencia. Cuando los mediáticos arreciaban, los actores gritaban desesperados “somos actores queremos actuar”. Ahora que los mediáticos ni pintan y los realities descansan, las ficciones que habían arrancado a comienzo de temporada se mantienen estables y se ha sumado Sol Negro. No hay una confrontación de géneros a pesar del grito de guerra de E-24 (“No es ficción, es realidad”) y que, como trataremos de demostrar más adelante, sí es una forma de ficción.
¿Qué está haciendo esta nueva tanda de programas a la que viene a sumarse Pabellón 5? Da toda la impresión de que ahora se trata de poner la cámara en el momento en el que la normalidad cotidiana, el transcurrir lento de la vida reivindicada por el reality en su versión más clásica, la vida en tiempo real de Gran Hermano, es desplazada por el hecho excepcional: el momento del accidente y la emergencia, la corrida y el brote, la reconstrucción de ese instante en que la travesti cayó en la prostitución así como Germán Palacios en Tumberos y Rodrigo de la Serna en Sol Negro caían en la cárcel o el psiquiátrico, el “arrebato pasional” de No matarás. Una vez establecida la excepción, la “tajada de vida” en cuestión se desarrollará en forma de caso: clínico, jurídico o policial, y ahí cada programa viene a ofrecer su aporte específico. Hay ejemplos más que destacables, como cuando Kaos ha tratado temas de salud como la esclerosis múltiple o el acompañamiento terapéutico a enfermos terminales, o el enhebrado de historias simples de E-24 que terminan construyendo mucho más que una suma de cuadros clínicos: un mundo profundamente humano.
Que en estos temas la ficción ha quedado amarrada firmemente a la realidad y la realidad a la ficción, lo demuestra el hecho de que para un ciclo de historia de la medicina (Desafíos y milagros de la medicina que podrá verse por The History Channel) el presentador elegido fue el actor Noah Wyle (el doctor Carter) de ER, la serie de médicos más famosa del mundo. En lo que hace a la televisión argentina, uno tiene la impresión de que hay un aire de realismo dando vueltas, y que ese realismo no necesariamente está reñido con la ficción.
Hubo un tiempo no muy lejano en que la creación de burbujas parecía ser el experimento más novedoso y polémico de la TV moderna: los chicos encerrados en la casa, aislados, cuando el 11 de septiembre volaron las Torres Gemelas, fue quizás el momento culminante de esa tendencia de espiar la intimidad recreada en interiores. En la TV de hoy la burbuja reventó y como siempre la ola no tardó en invadir todos los rincones, produciendo algunos programas buenos, otros intensos y algunos aburridos.
Es el golpe de la realidad entendida como el desierto que entra a la ciudad televisiva.