Ficciones
El margen según Ideas del Sur
POR MARIANA ENRIQUEZ
Esto no es realidad, claramente es ficción: un preso que ingresa a la vieja cárcel de Caseros y termina desatando un infierno umbanda; prostitutas lindísimas que pasean por la ciudad con cámaras digitales y acaban poniendo un jardín de infantes; un joven que entra a un neuropsiquiátrico para salvarse de la cárcel y recibe la visita del fantasma de su amigo muerto; quién sabe dónde terminará.
“Son ficciones metafóricas”, dice Esther Feldman cuando intenta clasificar la televisión que hacen Ideas del Sur y Adrián Caetano. La guionista de Sol Negro es coordinadora de contenidos de Ser urbano y escribió Okupas y Disputas para Caetano. “Soy la chica marginalidad”, se ríe, y enseguida explica el concepto de exclusión que maneja: “No tiene que ver sólo con lo económico. Trabajamos con el margen como eso que es discriminado, o lo que en general vemos pero no conocemos, no sabemos qué tiene detrás”. Y no tiene miedo de decir que la pretensión de los programas en que participó es artística. “Antes, con Okupas, le decían ficción experimental. Okupas fue el puntapié inicial de esta tendencia que se fortaleció con Tumberos. Es una ficción distinta, que mantiene un verosímil, pero trabaja más con la imagen y la estructura que con un diálogo o una trama. Personalmente, es lo que más me interesa”.
Pero, ¿por qué, de pronto, como un espejo de los programas periodísticos que se nutren cada vez más de lo marginal, aparecieron estas ficciones? Hay algo de efecto contagio: algo funciona y aparecen los clones. “Además, en la TV siempre hay fenómenos de este tipo. Tuvimos años llenos de realities, otros de comedias familiares, otro de talk shows... está claro que ahora la gente quiere ver esto porque el rating lo refleja, pero creo que lo que cambió fue la Argentina después de diciembre de 2001. Y eso debía reflejarse en la ficción. No es casual que aparezcan programas, de ficción o periodísticos, que se preocupen por la salud pública, el crimen, el empobrecimiento. Hay cierta pérdida de la inocencia, y una representación de la época en la que ocurren los cambios. Lo contrario hubiera sido raro: si la televisión no reflejara el margen, eso sería increíble”.
Claro está que las ficciones de Adrián Caetano no reflejan nada, sino más bien se apoyan en un universo y desde allí se disparan. A veces se disparan bien (Okupas, Tumberos, con ese final-manifiesto político), otras más o menos (Disputas, con ese guión errático y abuso de lo bizarro). Pero sin Caetano a bordo, la nueva ficción-artie de Ideas del Sur naufraga. Sol Negro, dirigida por Alejandro Maci, no tiene la calidad visual que Caetano garantiza. Pero sobre todo abusa de lugares comunes y confunde aglomeración con intensidad. A pesar de una estética novedosa, actores prestigiosos, no puede salir del estereotipo de loco espástico, crispado y lleno de tics; o del loco poeta, el artista que por un exceso de sensibilidad terminó confundido con la locura. Es el caso Carlos Belloso, una estrella de rock que brotó antes del éxito o de Fernando Peña, el que se niega a abandonar la internación a pesar del alta, porque el mundo exterior le es hostil. Alejandro Urdapilleta está muy sobrio como el doctor Mariano Puentes (por suerte no le tocó hacer de interno), y también Rita Cortese como la más dogmática doctora Gleizer, pero no pueden hacer mucho por sedar tanto desenfreno. Sol Negro es como el River del Ing. Pellegrini: muchas individualidades, pero no aparece el equipo. ¿Un fallido o el síntoma de que ya no hay más tela que cortar?
Los que sí creen que queda mucho por decir son los productores de Ser Urbano, que preparan segunda temporada. Ser Urbano, al contrario de Sol Negro, hizo un muy buen programa en el neuropsiquiátrico Melchor Romero y demostró que la enfermedad mental no es sólo cosas de poetas.
Esther Feldman cree que las críticas al programa, que apuntaron a la repetición de temáticas y la insistencia en creer que las “historias de la ciudad” sólo pueden encontrarse en los márgenes, son injustas. “Hicimos un programa sobre enanos que estuvo lejos de ser un freak-show, y que mostró un costado humano que hasta a nosotros nos sorprendió. Cuando hicimos a laprostituta de Chacarita, ni siquiera se habló de su trabajo, nos la pasamos con su familia. Reunimos a una chica argentina que era okupa en Europa con su madre, por teléfono. Nos metimos con gente que había perdido seres queridos y con fieles de un evangelista mediático. No todo fue travestis y noche”. Feldman cree que lo valioso del programa es que no tiene que ver con lo periodístico: “Elegimos un conductor, Gastón Pauls, que es un observador, que está en el lugar del que desconoce. Un periodista va con una posición tomada, o ratifica una hipótesis. Acá le dejamos un espacio más importante al espectador, con un conductor que sólo muestra, pregunta y no juzga”.
Tumberos, Sol Negro y Disputas extirpan los temas favoritos del realismo social, pero los traducen en una estética recargada, decididamente no realista, al borde del fantástico, el gótico y el grotesco. Y Ser Urbano, que sí se plantea como documental, busca un relato estilizado, una narración cool, que se aleja de la denuncia y lo testimonial.