Domingo, 29 de junio de 2014 | Hoy
FOTOGRAFIA Dedicado a la fotografía desde hace dos décadas, Alejandro Lipszyc solía trabajar con un plan trazado, en series: aquella de los argentinos que se iban del país tras la crisis de 2001, retratados en el aeropuerto, o el registro de una temporada del club Deportivo Muñiz. Pero en su nueva muestra, Apocalipszyc, con fotos tomadas entre 2008 y 2012, el autor propone un registro personal de la ciudad, con actitud flâneur y por el puro placer de ver.
El mismo fotógrafo lo explica en el texto que escribió para acompañar su muestra. Explica con simpleza el camino de esta selección de obra expuesta, de esta serie que no es ninguna serie. Cuenta en pocas palabras, en frases cortas y descriptivas, el sencillo paso a paso de este hacer suyo que hoy exhibe en una galería porteña.
Después de años de sistemas rígidos de trabajo, siguiendo el formato de proyecto, un día se cansó de la estructura formal autoimpuesta con la que venía trabajando y empezó el proceso del que derivan estas fotos. Antes de tomarse esta libertad de flâneur para con sus imágenes, Alejandro Lipszyc fotografiaba con búsquedas concretas, respondiendo a veces como un técnico aplicando a un plan, proponiéndose pautas específicas que él mismo entendía como su forma.
Una idea y su desarrollo, una historia a perseguir y de ella, un esquema de labor. Así lo hacía. Como sello: los impulsos y el devenir. Eso, desde siempre. De la necesidad de, sencillamente, conectar con la cámara, terminó por conectarse con el disfrute de, sencillamente, ver. Con Apocalipszyc, el autor es más que consciente de su sentido; entonces lo usa y lo comparte sin escalas, lo comunica sin más. En una obturación lo captura y luego muestra lo que vio, lo que ve, sin truco.
De este ejercicio hizo un registro personal de las superposiciones de la ciudad. Desde este permiso concedido para quitarle peso conceptual a su obra se dejó conmover por la textura del mundo, del mundo que está justo en el cruce de tren de la calle Yatay o desde una ventana frente al puerto de Mar del Plata. Cierto romanticismo localista sí, pero sin necesidad alguna de guiño territorial y menos aún de una frialdad forzada, como de mirada extranjera.
Las fotografías que confirman el Apocalipszyc redujeron su edición original a 15 para desplegarse austera y contundentemente en la sala principal de la galería Studio 488. Las capas del caos urbano, el detalle de lo absurdo camuflado de cotidiano. Quizá cuesta reconocer esa esquina mil veces transitada, y luego de mirar un rato, y fijo, sorprende descubrir lo mucho que el ojo puede naturalizar un paisaje sobrecargado al pasarle por al lado, ojo adormecido por la repetición de patrones, comportamientos o recorridos en elipse.
En toda la fotografía de Lipszyc están sus pasiones inmersas, sus obsesiones temáticas y su línea de fuego marcada: el presente. Todo eso a su vez parece estar atravesado por el irse o el quedarse. De las historias que contó en su configuración fotográfica anterior al Apocalipszyc, la revelación de otro camino de acción fotográfico, una retrató a los argentinos que emigraban a principios de este siglo, justo antes de partir al aeropuerto en la puerta de sus casas, con las valijas listas. Antes de eso, otra historia, la del seguimiento del andar de Deportivo Muñiz durante una temporada. Como el último equipo de la D, última división, si perdían quedaban fuera de liga. Y perdieron. Tuvieron que irse, tanto los jugadores de Muñiz, como muchos argentinos de clase media en el 2001. Y el mismo tipo estuvo ahí para verlo. Irse, el momento justo antes de. Años más tarde, su mirada se posó en el quedarse, en el habitar andante que permite apropiarse de muchos no lugares dispersos en el mapa bonaerense.
Apocalipszyc puede verse hasta el 12 de julio en galería Studio 488 (Pereyra Lucena 2589, Ciudad de Buenos Aires).
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