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Hace casi quince años, con Alejandro Larre preparamos una entrevista a Antonio Dal Masetto. Al final, no pude ir, no pude estar presente. Era para La mala palabra, una revista mínima que hicimos entre 2001 y 2003. Aún hoy Alejandro y yo recurrimos muchas veces a una frase que el escritor dijo al pasar en esa charla. Hablaba de Pavese, lo definía como un narrador “limpio”, que tenía a la vez algo poético y era un innovador, pero decía que lo último no se advertía. “Lo leés como si estuvieras tomando agua”, afirmó.

Una linda imagen, que se emparienta muy bien con Pavese. Pienso en Dal Masetto, en los libros de él que leí, en los que me quedan por leer y la frase vuelve. Porque uno lee a Dal Masetto como si estuviera tomando agua, con esa facilidad, esa naturalidad, ese gusto. No sé con cuántos autores uno agarra un libro sabiendo que la va a pasar bien, que va a disfrutar. Esto no significa que sea una lectura “liviana”. En absoluto. Se plantean muchos problemas en sus textos. Por citar un ejemplo solo, los ataques xenófobos de europeos aparecen muy bien retratados en La tierra incomparable.

No muchos meses atrás, hacía zapping en medio de una noche insomne. No sabía o no recordaba que se hubiese filmado una película a partir de Siempre es difícil volver a casa, novela que narra el fallido robo a un banco en un pueblo bonaerense. Casi al instante reconocí algo que no conocía: supe que se trataba de una película basada en el libro de Dal Masetto. Como cuando uno escucha medio acorde de una canción y enseguida sabe cuál es, aunque no tuviese conciencia de que esa música estaba en su memoria, de que podía reconocerla tan fácil.

Supongo que esto tiene que ver, en cierto modo, con aquella frase que repetimos con Alejandro hasta que se convirtió en una contraseña entre amigos. Algo absolutamente deseable para un escritor y para un lector, que definió tan bien el propio Dal Masetto. Se lo lee como si uno estuviera tomando agua.