LOS ANTECEDENTES DEL TEATRO DOCUMENTAL
La vida: manual de uso
Hace tiempo que a Vivi Tellas la tientan las vidas de las personas, las profesiones extrañas, los saberes caprichosos o aparentemente superfluos. Ya en El precio de un brazo derecho (2000), la directora que en los ‘80 agitaba el circuito del underground con su Teatro Malo presentó una investigación sobre el mundo del trabajo precarizado en la que colaba a Raúl, un albañil paraguayo, indocumentado, que construía el piso del escenario a lo largo de toda la obra y salía al final a saludar con los actores. La experiencia, sin antecedentes, resultó conflictiva, y el malestar se canalizó en una discusión sobre cómo tenía que aparecer Raúl en el programa. ¿Actor? ¿Escenógrafo? ¿Encargado de mantenimiento? Terminó figurando como asistente de escenografía. Por entonces, Tellas, que dirigía el Centro de Experimentación Teatral de la UBA, concibió el Proyecto Museos, en el que una serie de directores de teatro montaba experimentos escénicos a partir de una serie de museos no artísticos de la ciudad. Federico León, que tenía a su cargo el Museo Aeronáutico, decidió exponer la vida de un ex combatiente de Malvinas a modo de espectáculo.
Sin embargo, el antecedente más cercano de la serie de los Archivos es Biodrama, el ciclo de “Teatro sobre la vida de las personas” que Tellas ideó para el Teatro Sarmiento, bajo su dirección desde el 2001. Allí aparecieron los problemas que hoy se despliegan en Mi mamá y mi tía y Tres filósofos con bigotes: el valor de las vidas humanas, la experiencia, el tiempo. La pregunta era: ¿es posible un teatro documental? Para responderla, Tellas propuso a un elenco de directores que eligieran a una persona real, anónima o célebre, conspicua o común, y la transformaran en material dramático. El único requisito era que estuviera viva y fuera capaz de transmitir su experiencia de primera mano. En ese marco se presentaron Barrocos retratos de una papa de Analía Couceyro (sobre la artista Mildred Burton), Temperley de Luciano Suardi (sobre una inmigrante española), Los 8 de julio de Beatriz Catani y Mariano Pensotti (sobre tres personas nacidas el mismo día del mismo año, primera obra del ciclo que trabajó con personas comunes), ¡Sentate! de Stefan Kaegi (sobre la relación entre amos y mascotas, con catorce conejos, dos tortugas, un perro y una iguana en escena), El aire alrededor de Mariana Obersztern (sobre una maestra rural) y La forma que se despliega de Daniel Veronese (sobre la vida de un fantasma atroz: la muerte de un hijo). El ciclo continúa con el estreno, ayer, de Nunca estuviste tan adorable, donde el director Javier Daulte pone en escena la historia de su familia materna.