Por Franco Battiato
Oh, Gran Guía que nos sostienes en nuestra causa solitaria: Encuentra un
sistema cualquiera para que pueda soportar a mi pueblo que, cuando se casa y va
a la cancha de fútbol, hace exactamente el mismo espantoso ruido. Haz que
siempre me disgusten los graznidos de las campanas grabadas en un disco y haz
engordar todavía un poco más a mi párroco, que durante la
misa gira el culo hacia Dios justo en el momento más sacro. Complace a
los científicos y ayúdales a enviar a algún primo suyo a
la Luna, único sitio de la galaxia más oscuro que esta Tierra. Hazme
olvidar a los poetas de mi infancia, pero sobre todo que olviden la suya, dado
que esos poetas no hancrecido nunca. Protégeme de los desbarajustes estereofónicos
y de los bailarines rusos que siguen pisando Occidente (dado que en Oriente no
saben qué hacer con ellos). Dame una sola erección que no dependa
del olor de las inmundicias y ayúdame a no hacer un hijo modelo algún-día-todoesto-será-tuyo.
Como compensación, hazme viajar mucho (más en tren que con mi imaginación)
y no hagas que encuentre sólo pasos a nivel sino también algún
paso de nivel. Bendice a los peluqueros y haz desaparecer en paz a algunos profesores
universitarios, porque es mejor dar forma al cabello que a las cabezas. En cualquier
caso, para mejorar las cosas, propongo, con tu luminosa ayuda, declarar la guerra
al adversario más terrible que yo jamás he conocido y que también
ahora me está escuchando, con ese aire tan suyo de infinita complacencia,
todo el tiempo, incluso por las mañanas, cuando me espía desde el
espejo del cuarto de baño.
Instrucciones para el
uso de la oración: recitar por la noche, tarde, con voz absolutamente
inexpresiva, frente al televisor, con el volumen bajísimo, justo cuando
se anuncia el fin de la programación.