Domingo, 26 de noviembre de 2006 | Hoy
Edge: La gira de PopMart comenzó a tomar sentido cuando fuimos al sur de la frontera, camino de México.
Larry: México fue emocionante y loco al mismo tiempo. El grupo tocó bien y fue fantástico. Pero cuando salimos del escenario los guardias de seguridad nos dijeron: "Deben subir a un coche e irse... ¡ya!".
Edge: Oímos que había habido disturbios, gente herida, armas confiscadas. Nos costó un poco reconstruir la historia. Parece ser que los tres hijos del presidente mexicano aparecieron con un pequeño grupo de guardaespaldas del Servicio Secreto, sin entradas ni pases, ni una simple llamada para avisar que acudían. Los chicos de la puerta no querían peleas y los llevaron entre bastidores en furgoneta para que pudieran ver el concierto. Pero hacia el final del show decidieron irse por un atajo que pasaba por una zona acordonada porque había grúas y cámaras. Y cuando un operador los quiso detener, los del Servicio Secreto lo tiraron al suelo y empezaron a darle una paliza. Cuando uno de nuestros hombres de seguridad intentó intervenir, sacaron las armas y lo golpearon, le birlaron la pistola y lo dejaron tendido en el suelo con un gran corte en la cabeza y conmoción cerebral.
Bono: Cuando nos enteramos, nos pusimos hechos unas fieras. Paul McGuiness recibió unas llamada: "El presidente siente mucho lo ocurrido. Por favor no acudan a la prensa. ¿Qué les parece si vienen mañana y hablamos del tema?". Decidimos ir y presentar nuestras quejas personalmente. Cuando llegamos al día siguiente, se respiraba un ambiente muy extraño. Nos hicieron pasar a conocer al presidente Ernesto Zedillo. Estaba de pie, sonriendo, con su tres hijos y algunos discos para firmar. Nosotros habíamos ido allí a quejarnos y, cuanto más intentaba calmarnos, más nos irritábamos. Dijo: "Olvidemos el pasado". Y yo contesté: "De ninguna manera, estamos acá para hablar de eso". Entonces argumentó: "Esto podría haber sido mucho peor. El Servicio Secreto está entrenado para proteger a quienes tienen a cargo". Y replicamos: "¿Están entrenados para maltratar brutalmente a nuestro público y a la gente que está allí para protegerlo? Si hubieran avisado que venían, nos hubiéramos preocupado de cuidarlos. No era necesario que irrumpieran sin avisar y con un escuadrón de seguridad". A lo que el presidente respondió: "A mis hijos les gusta pasar inadvertidos". Obviamente, la idea que tiene el presidente mexicano de "pasar inadvertido" es un poco distinta de la habitual.
Edge: Llevamos PopMart a Brasil, Argentina y Chile. Si Tokio fue la capital de ZooTV, Río fue probablemente la capital de Pop. El público de América del Sur era muy apasionado.
Bono: Cuando tocamos en Chile, pasó algo extraordinario. Las entradas eran demasiado caras para la gente, así que acordamos retransmitir el concierto en directo para la televisión. Y pensamos que, si todo el país podía vernos por la tele, debíamos tocar "Mothers of the Dissappeared" e invitar a las madres a subir al escenario. Dejamos cinco minutos para que cada mujer levantase una fotografía y gritase el nombre de su hija o hijo desaparecido. El público se dividió inmediatamente. Hubo abucheos, silbidos y aclamaciones. Algunos chilenos creían que Pinochet era un monstruo necesario para retener al otro gran monstruo, el comunismo. Otros no querían hurgar en el pasado. Yo, por si me estaba escuchando, le dije directamente al general Pinochet: "Dios será su juez, no nosotros. Pero como mínimo dígales a estas mujeres dónde están los cadáveres de sus hijos". Fue solamente un instante, pero mi mensaje provocó una fuerte conmoción en todo el país. Dos meses después hacían la misma protesta, con las fotos, ante el Parlamento chileno: "Queremos saber dónde están enterrados los cadáveres de nuestros hijos". Posteriormente, el partido de la oposición subió al poder, y el nuevo embajador chileno nos mandó una carta diciendo que nuestro concierto televisado les dio la idea del reclamo. Extraordinario. Por extraño que parezca, la gente preguntaba: "¿Están decepcionados porque el público los abucheó?". Yo contestaba que no, porque eso demostraba que el público del rock no es tonto, que no te sigue hasta el acantilado, ni vota lo que uno le dice que vote. Si no está de acuerdo con vos, te lo hará saber. Me encantó no estar tocando sólo para los fans que estaban de acuerdo con nosotros.
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