Domingo, 26 de noviembre de 2006 | Hoy
Paul: Jack Healey era el director de la sección norteamericana de Amnistía Internacional. Era un tipo impresionante; había sido monje franciscano y cura católico y, además, le gustaba U2. Vino a vernos en el Radio City Music Hall en 1984 y nos pidió que hiciéramos una gira para Amnistía.
Edge: No podía haber sido en un momento peor. Estábamos trabajando para entrar en el estudio a grabar The Joshua Tree y me daba miedo que perdiéramos la concentración. Pero no podíamos negarnos a hacerlo, era demasiado importante.
Paul: Llamamos a todos los músicos del mundo y ninguno quería hacerlo. Aprendí que, en este tipo de situaciones, el contacto debe ser de artista a artista. Así que Bono se encargó del teléfono.
Bono: Trasnochamos para conseguir que todo el mundo participara en la gira. Llamábamos a todos los que conocíamos: Paul McCartney, Mick Jagger, Prince... Me acuerdo de que Prince estaba en la cima de su popularidad y tuvimos la siguiente conversación con su manager:
–Bueno, llamá a este número entre las siete y las ocho.
–Ah, genial... ¿Es su número de teléfono?
–No, es el del estudio.
–Pero... ¿Levantará alguien el tubo?
–No lo sé, pero a veces pasa por aquí entre las siete y las ocho.
–¿Puedo concertar una cita con él?
–No, no concierta citas, pero si pasa por aquí y suena el teléfono, contestará.
Recuerdo que pensé: “El éxito no es pesado, es ingrávido. Sin gravedad, flotas. Creo que todo el mundo flota un buen rato”. Hubo muchas personas que se portaron bien, pero Peter Gabriel fue el primero en comprometerse. Fue mi primer contacto con el trabajo en las trincheras que tanto hago ahora.
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