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Domingo, 11 de febrero de 2007

Un fantasma moralista

 Por Julio Villanueva Chang *

Parece que el señor K. no ha muerto sino que más bien se ha ido de vacaciones, porque la idea que todos hemos incubado de él es que K. nunca las tuvo. No hay que olvidar que la imagen que nos ha quedado de él es la de un fantasma que se ha contado a sí mismo. Es decir, su carné de identidad de reportero no llegó a nosotros hecho a partir de un reportaje con la gente con la que durante cincuenta años trabajó, sino sobre todo de entrevistas que él concedió, donde nunca leí de sus labios que él haya declarado que estuvo en 27 guerras y revoluciones. Creo que llegamos muy tarde a conocerlo en español y que aún hay más publicidad editorial que conocimiento de su experiencia y de su obra. Es decir, creo que Kapuscinski es todavía un gran desconocido, incluso por quienes creíamos que ya lo habíamos entendido.

No hemos leído sus reportajes de agencia. No sabemos qué pensaban sus editores polacos ni qué le pedían los fact checkers del New Yorker, ni qué líos tenían sus traductores al español e inglés. Apenas hemos leído una etapa de su trabajo en libros, en una versión más elaborada y reflexiva, pero no sabemos casi nada de su artesanía ni de su voz. La etapa que conocemos más de él es la de escritor de “faction”, cuando le obsesiona hallar una nueva literatura, un género mestizo entre el reportaje, el ensayo, las crónicas de viaje, los aforismos, la autobiografía y la poesía. Y a pesar de que desconocemos tanto de su artesanía como reportero y como escritor (aún dispersa y gruesa en sus apuntes nómadas y en una que otra entrevista o taller), el fantasma que nos ha quedado de Kapuscinski es uno que reivindica la artesanía del reportero antiguo versus la tecnología del reportero moderno, una ética del reportero a solas consigo mismo y no del profesional que trabaja para una corporación.

Un reportero que obtiene información y respuestas después de convivir con la gente en lugar de ir a hacer entrevistas y no volver jamás. El suyo era un discurso romántico, la ruta de un misionero. Pero creo que misionero es una palabra que permite malentendidos, y, aunque él lo usaba más en el sentido de “misión” que de “predicador”, siempre también tomó partido, no ocultó sus simpatías y de algún modo Kapuscinski sí predicaba, era un moralista, lo cual no se oponía en absoluto a su credo del reportero como testigo que intentaba explicar un mundo ignorado u omitido.

* Editor de la revista Etiqueta Negra.

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