Domingo, 13 de mayo de 2007 | Hoy
Un viejo cocalero que aparece en la primera mitad de la película habla de la “guerra norteamericana contra la droga” que desde los ’80 arrasó en la región: “La coca de nuestros campos nosotros no la hemos hecho droga. La droga la han hecho los norteamericanos, nosotros éramos inocentes de la droga; ellos han venido y han vuelto droga nuestra sagrada hoja de la coca. Y ellos mismos la consumen, ellos mismos nos la piden. Ahorita mismo, por ejemplo, la Coca-Cola, ¿con qué se hace? Con la coca misma. Pero, a ver, si les dijéramos a los Estados Unidos que dejen de fabricar la Coca-Cola que es mundialmente famosa, sería una tristeza para ellos también. Nosotros mismos podemos controlar a nuestros bolivianos, sin necesidad del ejército norteamericano ni nadie y darle justicia comunitaria al que hace droga”. “Todo el mundo me decía que este viejito está loco”, dice Landes, con ese discurso sobre la Coca-Cola, pero yo lo investigué y es verdad. La hoja de coca tiene dos partes: el aceite esencial de la coca, y el alcaloide de la hoja. A principios del siglo XX, la Coca-Cola usaba el alcaloide, que era estimulante, pero el Congreso norteamericano aprobó una ley que prohibía el estimulante en los tragos. La Coca-Cola retiró el alcaloide, pero dejó la esencia, el aceite de la hoja de coca. Entonces Coca-Cola importa de Bolivia y de Perú aproximadamente 700 mil dólares por año de cada país en hoja de coca. A Perú se lo compra al Estado, y en Bolivia al único exportador legal del país, a través de un laboratorio de Nueva Jersey, que agarra la hoja de coca, retira el alcaloide y lo vende a laboratorios para producir novocaína, y el aceite esencial lo envía a Coca-Cola (que se ha asegurado reservas como para veinte años) para que se agregue a la nuez de Madagascar y de vainilla y ese ingrediente secreto de siempre.”
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