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Domingo, 10 de junio de 2007

ENTREVISTA CON ANDY CAVIC DE VETIVER

“¿A quién le puede gustar que le digan que hace freak folk?”

 Por Mariana Enriquez

A ningún músico –a ningún artista, pero los músicos se ponen especialmente fastidiosos– les gusta que definan su trabajo, y mucho menos que los enrolen en algún movimiento o escena (esto desde las décadas más recientes; antes la pertenencia y los rótulos resultaban menos cargosos). Andy Cabic no es la excepción. “¿A quién le puede gustar que le digan que hace freak folk?”, se pregunta, en charla por teléfono desde su casa de San Francisco. ¿Es que los acusan de raros? “Bueno, sí, todo el tiempo. La otra frase favorita es que mi banda es representante de la Weird America”. Es decir, de los “raros” Estados Unidos. Cabic, entonces, se dispone a explicar la situación. “Lo que ocurrió es que un puñado de músicos nos encontramos, por afinidades e incluso por ser vecinos, en San Francisco. Devendra Banhart es mi amigo: lo conocí cuando intentaba venderme artesanías; después fuimos compañeros de cuarto. El conocía a Joanna Newsom. Nos fuimos de gira juntos. Devendra se transformó en un referente y empezó a tener atención de la prensa, y les dio apoyo y difusión a bandas que le gustaban, aunque de estilos muy diferentes: la verdad, lo que Vetiver hace es muy distinto a lo que hace Joanna. Lo que tenemos en común es el uso de instrumentos acústicos. Y cierta empatía. Yo soy parte de la banda de Devendra, los Hairy Fairies. Juntos tenemos un sello independiente, Gnomonsong. Pero nucleamos vertientes distintas, y nuestros orígenes también lo son.”

Andy Cabic –que estuvo el año pasado en Argentina, junto a la banda de Banhart, y recuerda lo “raro” que fue el show dentro del Personal Fest– nació en Virginia y creció en Carolina del Norte. Allí se hizo coleccionista de discos. “En mi adolescencia –cuenta–, juntaba vinilos de Camper Van Beethoven, Pixies, My Bloody Valentine. Más tarde empezó a gustarme la música de los ‘60 y los ‘70.” Especialista, cita a Milton Nascimento y las bandas angoleñas de la década del ‘70, cuando el país africano atravesaba uno de sus momentos más convulsivos. Entonces tenía un grupo llamado Raymond Brakers y tocaba la guitarra eléctrica. Pero cuando se mudó a California, llevó sólo una guitarra acústica y ancló en una casa que compartía con hasta seis personas. “No podía usar un amplificador en esas circunstancias. Y empecé a componer solo, con mi guitarra.” Dos de sus compañeros de cuarto –la cellista Alissa Anderson y el violinista Jim Gaylord– se le unieron para armar Vetiver. El nombre de la banda remite a una hierba india que se usa en tratamientos para el estrés, quizá por eso el otro mote que pone nervioso a Cabic, el de “new age folk”. “Creo que nuestra música no se entiende, y no pretendo que sea comprensible tampoco, sólo quiero que se conozca y se disfrute.”

Vetiver tiene dos discos, el primero lleva el nombre de la banda y se editó en 2004. Participan Banhart, Hope Sandoval (de Mazzy Star), Colm O’Ciosoig (My Bloody Valentine) y la entonces desconocida Joanna Newsom. Es un disco hermoso, con canciones sobre whisky destilado (“Angel’s Share”) y dúos divertidos con Banhart (“Amour Fou”). Un poco épico, un poco soleado, un poco lánguido, una mezcla de folk de los ‘70 con cierto sonido indie más cello y violín. Algunos críticos lo compararon con el más apacible Neil Young, y otros se atrevieron a decir que algunas canciones de este debut podrían haber sido escritas por George Harrison después de pasear por su jardín. El segundo disco, To Find Me Gone (según Andy, “lleno de recuerdos e imágenes tomadas durante casi dos años de gira”) se editó en 2006. Y aunque el estilo es parecido, se notan más claramente esas diferencias en las que insiste Cabic: hay mucho de Syd Barrett, una batería (la del excelente Otto Hauser) y más percusión.

A pesar del éxito de crítica, y de la insistencia en llamar a los representantes del nuevo folk “el primer movimiento del siglo XXI”, Andy relativiza el éxito. “Por ejemplo, a nuestra banda nunca la pasan por la radio. Sí, claro, tenemos nuestro espacio en las radios de los colleges, pero eso siempre fue así para los músicos independientes. Pero entrar al mainstream... hay que olvidarse. La radio en Estados Unidos es algo corporativo y no tiene una sola rendija para que pueda filtrarse algo diferente a lo que dictan las grandes discográficas. Nos seguimos moviendo fuera del radar y de manera independiente. Lo que para nosotros está bien, y nos sirve como un baño de la realidad ante todo lo que se escribe. Por otro parte, siguen llamando mucho más la atención, para los medios, nuestras barbas y nuestros pelos largos. Pero no me quejo, así son las cosas, y la pasamos muy bien.”

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