Dom 29.11.2009
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PESCADO RABIOSO 1972-1973

No tengo más Dios

› Por Martín Pérez

Del “Blues de Cris” a “Las habladurías del mundo”. Del “atado a mi destino” que se escucha en el primer tema del debut al “no estoy atado a ningún sueño ya” con que el grupo, siempre mutante, se terminó despidiendo. O, mejor dicho, con el que su líder se liberó del peso de una banda que por entonces ya no existía. Un recorrido que duró apenas un año y medio, y que produjo tres discos, uno de ellos doble, y otro que debió haberlo sido y que como resultado dejó –como si fuese poco– varias canciones inéditas.

Ese es el legado de Pescado Rabioso, que siempre fue la figurita difícil del álbum de Luis Alberto Spinetta, el grupo de culto de un artista de culto, la banda cuyos discos inconseguibles –antes de las sucesivas reediciones, primero en vinilo y luego en CD– siempre fueron los más buscados cuando los vinilos no se compraban sino que se heredaban. Porque en aquellos tiempos tener determinados discos era como formar parte de una heráldica. Y Pescado Rabioso siempre fue una pieza esencial para el lenguaje secreto del rock local, con el que se reconocen los iniciados.

De hecho, quien esto escribe recuerda haber escuchado las primeras canciones del grupo sin saber a ciencia cierta su pertenencia. Eran los primeros veranos de la democracia, cuando todo el mundo parecía estar de camping en Gesell y años de música olvidada se rescataban en cada guitarreada. Una noche escuché a alguien cantar eso de “Cuida bien al niño”, o si no “Sube al taxi, nena”, o más contundente aún, “No tengo más Dios”, y me tomé mi tiempo para llegar a reconstruir una historia que nadie parecía poder narrar de manera completa y ordenada. No ayudaba el hecho de que su autor, ya por entonces un mito consagrado del rock nacional, era fiel a sí mismo y –parafraseando a Pescado, cuándo no– aunque lo forzasen jamás iba a decir que todo tiempo por pasado fue mejor. Abandonado a su suerte, sin embargo, aquel extraño pez hidrofóbico hecho carne en canciones supo sobrevivir al tiempo, y terminó como uno de los grupos rescatados con más orgullo por las nuevas generaciones.

¿Por qué tanto mito? Tal vez por el nombre, un chiste digno del Flaco, imaginando el imposible de un pez con espuma en la boca. Furia eléctrica entre dos remansos como la adulta inocencia de Almendra y la madurez entrañable de Invisible, Pescado Rabioso siempre pareció ser menospreciado por su autor, pero la primera pista del silencio alrededor de aquella época se podía descubrir en el reportaje que Miguel Grinberg le realizó para su libro Cómo vino la mano, que supo ser la primera historia del rock argentino. “Pescado fue el primer eructo después de que uno se toma un Uvasal tras haber comido y bebido a mansalva”, decía Spinetta. Testimonio de una época cruda, en que el autor de “Muchacha” despreció tanto su don que incluso pretendió dedicarse sólo a tocar el bajo, Pescado tal vez haya terminado siendo un recuerdo demasiado doloroso para Spinetta, que recién con el tiempo pudo repasar alguna de aquellas páginas. Por eso, que haya un capítulo dedicado al grupo en este show dedicado a sus bandas eternas, es el mayor tesoro para sus fans.

Claro que habría que ver de qué Pescado estamos hablando, por supuesto. Porque uno es el del primer disco, Desatormentándonos (1972), furioso trío eléctrico –a imagen y semejanza de Pappo’s Blues– recordado más por simples ajenos al álbum como “Me gusta ese tajo” o “Post-Crucifixión”. Y que se llevó al olvido los temas que quedaron afuera del debut doble que no fue, como “Pibe” o “La fiebre paranoica” (las letras fueron rescatadas en esa biblia spinettiana que es el libro de Eduardo Berti, Crónica e iluminaciones). Y otro grupo totalmente diferente, pese a ostentar el mismo nombre, es el que grabó esa joya absoluta –y aún demasiado olvidada– conocida como Pescado 2 (1973). Como resumía el propio artista en el libro de Berti, si Almendra había empezado siendo dulce y después agresivo disco a disco, con el segundo opus de su nuevo grupo Spinetta trató de almendrizar su sonido. Además del órgano de Carlos Cutaia –que ya se había sumado al grupo para el tema “Serpiente (Viaja por la sal)” del debut, el cuarteto que grabó piezas inolvidables como “Credulidad” o “Aguas claras de Olimpo” se completaba con David Lebon, que siempre ha dicho que Pescado 2 es como el Album Blanco de los Beatles. Ese grupo es el que desaparece para Artaud (1973), un trabajo único desde la memorable portada, obra maestra del rock argentino, prácticamente un disco solista de Spinetta, que recibió entonces la ayuda para grabarlo de sus viejos compañeros de Almendra.

Cuando las habladurías del mundo, cantaba, ya no podían atraparlo.

Y, por supuesto, mañana era mejor.

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