› Por Alejandro Apo
Instaló un modo de hacer radio unipersonal, de clima, y es mi mayor influencia. El show del minuto era mucho más que una compañía: yo me sentaba a escucharlo, no quería que nadie me interfiriera. Recuerdo muchas de sus frases: “Hasta mañana si Dios y los ómnibus lo permiten”. Manejaba como nadie esa conjunción de palabras, música y silencios: hay un antes y un después de él en la radio. A diferencia de Carrizo o Larrea, que se inclinan más por el énfasis y la afirmación, él iba por el lado de la pausa dramática. Nunca voy a olvidarme de cuando le oí leer, mientras estaba haciendo la colimba, “La mujer ilustrada”, un cuento de Bradbury. Era impresionante: les ganaba en audiencia a las telenovelas de la tarde. Cuando Vicente Muleiro me convocó a Radio Nacional para hacer mi programa a la tarde yo tenía dudas; “Hacete tu show del minuto”, me dijo. Y ahí me sentí Gardel. Aunque soy consciente de que, leyendo, no le llego a los talones. Porque para mí el Negro en la radio es como el Diego en el fútbol: el más grande de todos.
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