Domingo, 25 de septiembre de 2011 | Hoy
> UN GOLPE MAESTRO QUE NO GOLPEó
Por Ricardo Ragendorfer *
Fue en los comienzos de la larga noche de la dictadura. Con un amigo, compañero de la secundaria y de militancia, detectamos que en el sexto piso del edifico donde estaba el Cine Arte funcionaba una suerte de banco clandestino, una mesa de dinero. Y decidimos asaltarla. Planificamos el golpe con meticulosidad. Acaso lo más placentero en esta historia, ya que este tipo de planes son una lucha denodada contra el azar. Habíamos hecho la inteligencia previa chequeando los movimientos, quiénes iban y horarios. Habíamos conseguido armas, cortas y largas, éramos dos, más de eso no podíamos usar, pero por las dudas llevábamos más. También un vehículo de cuatro puertas, muy importante en estos menesteres, y una persona para que lo manejara. Si mal no recuerdo un Falcon. Llega el día del hecho, subimos al primer piso, en el segundo amartillamos, en el tercero nos miramos, y en el cuarto piso giramos sobre nuestros talones y nos fuimos a la mierda. Fue el miedo y la sensatez. Un cálculo extremo de la correlación de fuerzas. En ese sentido, técnicamente el hecho había sido inconcluso. Lo que en el críptico lenguaje judicial se llama “en grado de tentativa”. Ese grado de tentativa quedó por un tiempo rondando en mi cabeza. ¿Qué hubiese pasado de llevar el cometido? Y las contingencias son tan mínimas como amplias. El abanico de posibilidades iba de lo calamitoso a la gloria. Hasta que decidí transformar eso en literatura. Una ficción en la que dos tipos, muy parecidos a nosotros, deciden cometer un atraco con los resultados conocidos. Pero eso quedó también en grado de tentativa. Con la publicación de La Bonaerense fue como pagar esa antigua deuda con el destino.
* periodista de policiales
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