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Domingo, 22 de enero de 2012

Deberían contar una historia

Goldberg insiste en demostrar que los videojuegos no son sólo una prolongación tecnológica de la juguetería, sino otra cosa: un medio narrativo. Y prueba su argumento mediante el relato de varias historias fundamentales, como la del surgimiento del clásico Donkey Kong. Antes de devenir en un imperio de los videogames, Nintendo no era más que una compañía juguetera. Hasta que su dueño, Hiroshi Yamauchi, que algún día sería el hombre más rico de Japón, le preguntó a Shigeru Miyamoto, un frustrado artista de manga: “¿Te gustan los videojuegos?”. Miyamoto, fanático de la cultura americana (seriales, historietas como Popeye; de todo lo que hiciera Disney) respondió: “Me gustan. Pero deberían contar una historia”. La historia que Miyamoto iba a contar era la de un plomero con un bigote como el del Coronel Cañones, que saltaba los barriles que un gorila tamaño King Kong le arrojaba de varios pisos más arriba. Donkey Kong fue un éxito, sí, pero Yamauchi tuvo que aplicar puño de hierro para que Nintendo América lo importara. A través de anécdotas como ésta, Goldberg da cuenta de la verdad que Yamauchi sostenía como dogma (“Tecnología de punta para hacer productos masivos y baratos”) y como disciplina (mucho trabajo de programación: sistemas, algoritmos) y describir cómo del cruce entre dos factores –desarrollo tecnológico y narrativa– surge el ADN básico de este medio y sus mutaciones posteriores.

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