› Por Juan Sasturain
De chico, cuando todo lo que juega
y cuenta es lo que dice el corazón,
según Fontanarrosa, su ambición
no era ser Cortázar, sino Onega.
El Gordo no sabía que la ciega
Historia le asignaba una misión:
contarnos desde Marlowe y Perón
un mundo con John Wayne y López Rega.
Lo hizo como nadie. Fue el primero,
solitario y final, ni cruel ni ortiba.
Por eso, yo te pido, compañero,
que pares antes de ir a donde ibas:
cubierto por pastito futbolero
aquí yace Soriano, panza arriba.
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