› Por Alun Anderson
Hay una idea –simple y profunda– que me golpea con fuerza: la idea del tiempo profundo, aquella que afirma que la Tierra es extremadamente antigua y que el tiempo de nuestra especie sobre ella hasta el momento ha sido muy corto. Cuando esta idea surgió por primera vez se opuso a todo lo que se creía entonces. Eventualmente, iba a cambiar la concepción que tenían las personas de sí mismas tanto como el descubrimiento de que la Tierra giraba alrededor del Sol.
Sabemos cuándo nació la idea del tiempo profundo gracias a un profesor escocés llamado John Playfair que escribió en 1788: “La mente parece crecer vertiginosamente al mirar tan lejos en el abismo del tiempo”. Playfair había viajado a las costas escocesas con su amigo el geólogo James Hutton, que luego resumiría sus ideas en un libro llamado Teoría de la Tierra. Hutton le había mostrado una serie de distintos patrones en las rocas que sólo se podrían explicar al asumir que la Tierra no tenía seis mil años como se concluía de los cálculos sacados de la Biblia.
Fue un cambio enorme ver el mundo como lo hizo Hutton. Apreciar la inmensidad del espacio es fácil. Cuando miramos las estrellas la inmensidad del universo es a la vez evidente e impresionante. La inmensidad del tiempo, en cambio, no es del todo comprensible para la experiencia humana. La naturaleza, observada a escala humana, sólo pasa a través del ciclo repetido de las temporadas, interrumpido en ocasiones por terremotos catastróficos, erupciones volcánicas e inundaciones. Por eso las teorías creacionistas y catastróficas del origen de la Tierra parecían más plausibles que las explicaciones que hablaban de procesos lentos y graduales. Sin embargo, Hutton tenía fe en lo que veía en las rocas y exhortaba a otros a “abrir el libro de la naturaleza y leer en sus registros”.
Sus pensamientos sobre el tiempo crearon tierra firme para otras grandes teorías. En estas grandes escalas temporales, procesos lentos e imperceptibles bien podrían haber moldeado el mundo natural. Después de Hutton apareció la geología moderna, luego la teoría de la evolución para explicar el surgimiento de nuevas especies y, finalmente, la teoría del movimiento gradual de los continentes. Todas estas teorías fueron consecuencia de la concepción del tiempo profundo.
La belleza de su idea aún persiste. Si nos asomamos al abismo del tiempo, sentiremos nuestra propia insignificancia en los 4600 millones de años de historia terrestre.
Alun Anderson es biólogo y autor de After the Ice: Life, Death, and Geopolitics in the New Arctic.
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