Dom 05.02.2012
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Piensan, luego existo

› Por Alana Conner y Hazel Rose Markus

“Pienso, luego existo.” Cogito ergo sum. ¿Se acuerdan de la elegante y profunda idea de Principios de Filosofía de René Descartes? El hecho de que una persona contemple su existencia, argumentaba Descartes, es prueba de que esta persona existe. Con esta sola afirmación, Descartes unió dos ideas centrales de la filosofía occidental: 1) el pensamiento es poderoso, y 2) los individuos desempeñan un importante papel en la creación de su propio “yo”, es decir, su psique, mente, alma.

La mayoría de nosotros aprendemos el “cogito” en algún momento de nuestra educación formal. Sin embargo, un número mucho menor de nosotros estudiamos una idea igual de profunda y elegante proveniente de la psicología social: el pensamiento de otras personas también moldea con fuerza nuestro yo. De hecho, en muchas situaciones el pensamiento de otras personas tiene un gran impacto en nuestros propios pensamientos, sentimientos y acciones. En otras palabras, gran parte del tiempo “Piensan, luego existo”. Para bien o para mal.

Un ejemplo de esto es el llamado “efecto Pigmalión”. Los psicólogos Robert Rosenthal y Lenore Jacobson lo describieron en un estudio de 1963. Después de tomarles una prueba de coeficiente intelectual (CI) a unos estudiantes, los investigadores les indicaron a los maestros qué alumnos eran académicamente avanzados dado su alto CI. En realidad, los CI de estos estudiantes no eran más altos que el de los estudiantes “normales”. Al final del año escolar, los investigadores advirtieron que los “avanzados” habían obtenido mejores calificaciones que los “normales”. ¿La razón? Los maestros esperaban más de los “avanzados”: les daban más tiempo, atención, cuidado. ¿La conclusión? Esperá más de tus alumnos y conseguirás mejores resultados.

Otro ejemplo de cómo nuestros pensamientos afectan los yo de otras personas son los estereotipos, nubes de actitudes, creencias y expectativas que arrastran un grupo de personas. Un estereotipo que pende sobre los afroamericanos es que son malos en la escuela. O que las mujeres son malas en matemática. El psicólogo social Claude Steele demostró en cientos de estudios que cuando los investigadores “conjuran” estos estereotipos –ya sea señalándoles sutilmente que informen su raza o género en un test– los estudiantes de los grupos estereotipados sacan peores notas que los grupos sin estereotipo. Los investigadores muestran que los estudiantes bajo la amenaza del estereotipo están tan ansiosos de confirmar el estereotipo que se ahogan en la prueba. Los pensamientos de otras personas que deforman los de estudiantes prometedores.

A medida que el planeta se hace más pequeño y más caliente, saber que “Piensan, luego existo” podría ayudarnos a comprender cómo afectamos a nuestros vecinos y cómo nuestros vecinos nos afectan.

Alana Conner es curadora del Tech Museum en San José, California. Hazel Rose Markus es profesora de ciencias conductuales de la Universidad de Stanford University.

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