› Por Nathan Myhrvold
Los humanos somos una especie de narradores de historias. A lo largo del tiempo, nos hemos contado historias como una de las maneras para comprender el mundo que nos rodea. Toda cultura tiene su mito de creación sobre cómo surgió el universo. Somos charlatanes y simplemente no podemos resistir contar historias.
Pero por más convincentes y entretenidas que sean estas historias no llegan a ser explicaciones. Por cada hecho hay muchas versiones. En algún momento de la historia, sin embargo, ciertas historias comenzaron a ser cuestionadas escépticamente, testeadas con observaciones y experimentos. Si la historia sobrevivía estas pruebas al menos provisionalmente eran aceptadas como algo más que historias. Se convertían en teorías con real poder explicatorio. Las explicaciones siempre van a ser provisionales. No podemos bajar nuestra guardia escéptica. A este proceso de testeo lo hemos llamado el “método científico”.
Para mí, el método científico es la explicación elegante más importante. Sin dudas, es la fundación última de cualquier cosa con pretensiones de llamarse “explicación”. No tiene sentido hablar de explicaciones sin tener un proceso de verificación que nos ayude a decidir cuáles son correctas y cuales están equivocadas.
Esto nos parece ahora muy obvio pero a las personas les tomó varios miles de años desarrollar el método científico.
Obviamente, aún quedan por responder varias preguntas. Nuestro conocimiento tiene muchas lagunas. Pero nos podemos confortar al saber que en algún momento del futuro nuevas explicaciones llenarán estos espacios en blanco, así como se generarán nuevas preguntas.
Nathan Myhrvold es inventor y físico, CEO y director de Intellectual Ventures. Es autor del libro Modernist Cuisine.
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