Es algo que sentí hace un tiempo ya, cuando vi a Neil Young con Crazy Horse en uno de tantos festivales. Lo volví a sentir con los ZZ Top en el Luna Park y lo confirmé en el Gran Rex de Dylan, unos días atrás: el rock es cosa de gente grande. Nadie como un rockero viejo para hacerte llegar una chispa de lo que, supongo, habrá sido aquella explosión a mitad del siglo pasado.

Este domingo vienen por primera vez Crosby, Stills y Nash, y para quien no los conoce y ve el afiche que está hace unos días por las calles puede parecer una propaganda de un plan tercera edad del Gobierno de la Ciudad. Pero los que conocemos su música, sus ideas y su incansable activismo pacifista sabemos que estamos por ver a uno de los mejores grupos del mundo. Nadie canta como ellos. Nadie.

Crosby y Nash son un monstruo de dos cabezas, pero un solo corazón. Y Stills sigue siendo, aún hoy, uno de los guitarristas más sanguíneos que escuché en mi vida. Improvisación, buen gusto y los mejores arreglos vocales cantando sobre cosas que importan. No todo está perdido. No todos los hippies son yuppies. Porque acá hay unos tipos que, más de cuarenta años después, siguen pensando que este mundo en el que vivimos se puede hacer mejor.

Me saqué una entrada en fila seis con la esperanza de aprehender algo de esa magia. A los Foo Fighters, aun teniendo entrada, los escuché por la radio.