Buenas tardes, damas y caballeros. Tengo entendido de que hay unos cuantos sureños en la sala esta noche. Yo conozco el sur bastante bien, pasé veinte años allí una noche.

La última vez que estuve en el sur entré a un restaurante y vino una mesera blanca y me dijo: “Aquí no servimos a gente de color”. Le dije: “Me parece bien. Yo no como gente de color. Tráigame un pollo frito”. Entonces tres muchachos blancos se me acercaron y dijeron: “Chico, te hacemos una justa advertencia, cualquier cosa que le hagas a ese pollo, te la vamos a hacer a ti”. Entonces dejé mi tenedor y mi cuchillo, levanté el pollo y le di un beso. Y les dije: “¡Pónganse en fila, muchachos!”.

Realmente estoy disfrutando la nueva estampilla de Martin Luther King Jr., tan sólo piensen en esos blancos prejuiciosos lamiendo la parte de atrás de un negro.

Nunca creí en Papá Noel porque yo sabía que ningún blanco iba a venir a mi barrio después del atardecer.

Tan sólo ser un negro no te califica a entender la situación racial más de lo que estar enfermo te hace un experto en medicina.

Cuando perdí mi rifle, el ejército me cobró 85 dólares. Por eso es que en la Armada los capitanes se hunden con el barco.

Mientras el prisionero estaba siendo atado a la silla eléctrica, el cura le dijo: “Hijo, ¿hay algo que pueda hacer por ti?”. El prisionero dijo: “Sí, cuando bajen el interruptor, agárreme la mano”.