Domingo, 12 de agosto de 2012 | Hoy
> EL ADIóS DE LILA DOWNS, SU BENDECIDA
Por Lila Downs
Conocí a Chavela hace unos seis años, en Madrid, después de que ella me echase unas flores. Así que le pregunté por qué había dicho esas cosas tan bonitas de mí. “Mira, cuando yo anduve perdida por muchos años, sin nada ni nadie, fue una familia indígena la que me adoptó, la que cuidó de mí hasta el día en que me pude levantar. Así que estoy muy agradecida a la raíz indígena”, me explicó. Creo que esa raíz es la que Chavela vio también en mí. Yo también me llegué a considerar perdida, rechazada durante un tiempo por los hombres de mi sociedad mexicana. Por eso, como hija de un padre extranjero, me toca señalar el hecho de que ella, que no era mexicana, se convierte en una gran representante de la cultura mexicana. Con ello demuestra su fortaleza. Chavela era ruda. Como en la lucha libre, los artistas también podríamos dividirnos en técnicos y rudos. Y para ella era permitido decir en el escenario cosas que quizá no se podían expresar de otra forma. Ella era así; incluso traía la pistola por ahí escondida. “La llorona” me acompañará siempre. Cada vez que la escucho, conecto con algo antiguo y me olvido de mí. El poder del arte hace que te entregues a ello, en una conexión con el Universo, y es al mismo tiempo una liberación. Eso es lo que nos da Chavela.
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