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La fotografía es el mejor anclaje para la memoria. Esta cualidad se manifiesta con mayor evidencia con el paso del tiempo. Es una obviedad decirlo, a todos nos pasa al mirar una imagen de un ser querido, o de un lugar visitado.

Toda fotografía es documental, y si además contiene, más allá de los signos inconfundibles que accionan el recuerdo, valores formales y corrección técnica, estamos ante una obra de carácter artístico.

Vida de Pablo, el ensayo fotográfico de Lucas Pérez Alonso, reúne las condiciones antes mencionadas y le agrega un detalle insólito que le suma un valor extra. El protagonista de su trabajo es su hermano gemelo Pablo, a quien fotografió junto a sus amigos la última vez que lo vio con vida.

Lucas se afirma en esta oportunidad absurda que le presenta la vida y reconstruye los últimos días que pasaron juntos. Lucas hace un autorretrato en el devenir cotidiano junto a su hermano. Nunca tan evidente la mirada del fotógrafo ante su propia imagen duplicada.

La serie es conmovedora no por su temática solamente. El autor pone en juego sus habilidades como fotógrafo y por esa razón es que el conjunto resulta un golpe emocional para cualquier observador.

Falta la última parte de esta travesía personal y fotográfica. El ensayo está completo y finalmente curado gracias a la influencia de Adriana Lestido y sus alumnos. Ahora hay que mostrarlo. Pues ésa es la última etapa de cualquier pieza artística. Divulgar esta historia es imprescindible para preservar la memoria de Pablo. Para aliviar el dolor de Lucas. Y enriquecer nuestra memoria colectiva, con este episodio mínimo y singular.

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Vida de Pablo se puede ver hasta el 30 de noviembre en la Escuela de Arte Fotográfico de Avellaneda (Colón 450, Avellaneda).

De lunes a viernes de 15 a 23 hs.