› Por Fabián Lebenglik
Después de su largo exilio en la ciudad brasileña de San Pablo, y ya instalado nuevamente en Buenos Aires, la primera novedad en la obra de León Ferrari fueron las escrituras sobre el cuerpo. Durante la primera mitad de los años ’90, el artista sorprendió con una larga serie de piezas que consistía en un conjunto de maniquíes y torsos femeninos sólidos y transparentes, sobreescritos con fragmentos y sentencias bíblicas, como las amenazas y los castigos que presagia el Deuteronomio, o parte del Cantar de los cantares. En aquellas obras, Ferrari recuperaba sus bellas caligrafías de los ’60, en las que trataba los trazos de las letras como si fuesen dibujos. Con las grafías manuscritas buscaba evocar los tonos y el énfasis de la voz, como para señalar y acentuar sentidos y matices del registro de la oralidad.
A su vez, esa suerte de collages sobre maniquíes le permitían relacionar el cuerpo femenino con la iconografía religiosa que forma parte de la cultura y el imaginario occidental. Toda aquella serie se trata de una combinación de lenguajes sobre el volumen en el que los trazos caligráficos y collages funcionan, según cada caso, como acercamientos amorosos o como tormentos sobre el cuerpo. Allí reflexiona, entre otras cosas, alrededor del erotismo, la censura y la religión, como un sistema de administración de torturas para conservar el poder.
Muy poco después, Ferrari concibió otra serie de obras para seguir pensando la relación entre cuerpos y grafías. Superpuso textos escritos en Braille sobre reproducciones de imágenes de cuerpos o elementos de tortura. Esta nueva serie obligaba al espectador a una paradoja: debía tocar una imagen erótica ante la eventual mirada de los otros concurrentes a la exposición. Eran notorias las reacciones de los visitantes en aquella muestra, en que las obras los transformaban de espectadores en participantes. El contacto físico con la obra, sin embargo, no le daba al visitante la información que buscaba. Porque estaba compelido al acto ciego de pasar las yemas de sus dedos sobre lo superficies de las fotos, para tantear la escritura Braille. Los contenidos de ese conjunto de trabajos se complementan y contrastan, de modo que a veces una poesía en Braille propone recorrer la superficie plácida del papel en que se reproducen imágenes de cuerpos desnudos; los dedos siguen el itinerario del cosquilleo que marcan los puntos sobresalientes de la escritura para ciegos, en un gesto íntimo y público al mismo tiempo. A pesar de que la exposición ofrecía la transcripción del texto en escritura arábiga, el espectador no podía sustraerse a palpar la superficie.
Esa serie de obras se interna en una frontera oscura: las prácticas sexuales y las torturas como extremos de las relaciones físicas entre las personas. Las imágenes utilizadas para esos montajes son de fuentes tan dispares y distantes como Man Ray, Miguel Angel, Giotto, Fra Angelico, Utamaro o la revista Hustler. De manera que en parte conforman una suerte de enciclopedia del arte y la iconografía de la religión, imágenes “consagradas” en doble sentido: con lo sagrado y lo afamado. Lo mismo sucede con los textos, tomados de Borges y de la Biblia. En todo esa etapa de su obra, Ferrari piensa el sentido del erotismo como un modo de filtrar el sexo a través de los discursos de la cultura, el amor, el poder y la tortura.
A lo largo de muchas de sus series, el artista trabajó con el collage y el montaje de textos, de noticias, de recortes, de imágenes, de culturas, de materiales, y así siguiendo. Montajes realizados con un rigor formal exhaustivo. En estas dos series de escritos sobre cuerpos, que Ferrari realizó después de su regreso definitivo al país, junto con sus denuncias artísticas contra el fascismo y la religión, puso en primer plano el sexo y la genitalidad atravesados por los discursos del poder, de modo que se trataba también de una cuestión de montajes, de ensamblar cuerpos, miembros y órganos. Montajes que León Ferrari tomó como categoría formal estética para indagar el lado crítico, pero también poético, como contrapartida de la censura y de la policía moral.
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