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Martes, 18 de septiembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › HOMENAJE A FRANCISCO GARCIA CARRERA EN EL CCBR

Bajo la presión del infinito

Se exhibe una parte de la obra representativa del maestro rosarino, quien fuera uno de los fundadores del Grupo Litoral.

 Por Beatriz Vignoli

Hasta el 26 de este mes puede verse en la sala Leónidas Gambartes del segundo piso del Centro Cultural Bernardino Rivadavia (San Martín 1080) una muestra ineludible. La exposición Homenaje a Francisco García Carrera reúne cincuenta piezas en diversas técnicas de la colección García Carrera, lo que permite contemplar, a través de una parte del legado que conservan sus descendientes, obra representativa de este maestro rosarino nacido en 1914 y fallecido en 1976. García Carrera fue uno de los fundadores del Grupo Litoral en 1950. Hay obras suyas en los museos Castagnino y Sívori, entre otras colecciones. Obtuvo numerosas distinciones en vida y la Sala de la Pequeña Muestra le organizó una muestra homenaje en 1977.

"La obra de Francisco García Carrera se revela en la visión desolada del paisaje litoraleño y en las imágenes de barrios pobres de su ciudad natal, Rosario, bajo la presión del infinito y la presencia testimonial del ser humano frente a su destino incierto", escribió Marcela Riva en el catálogo de la muestra homenaje al Grupo Litoral realizada en 1998 en el Museo Castagnino por la Casa del Artista Plástico. Esta obra, como las de otros pintores de dicho grupo, es la historia de un diálogo entre un contenido local y una forma global. Se nota en ella una gran tensión entre el compromiso con la realidad social de los desposeídos de la región, por un lado, y por otro los nuevos lenguajes con los que en los polos culturales de Europa y Estados Unidos se buscaba reformular el cruce entre expresionismo y abstracción. En los años 50, a comienzos de la llamada Guerra Fría, prevalecieron en el mundo el informalismo, el tachismo, la pintura sígnica y la pintura matérica, tendencias centradas en la espontaneidad creadora y en el gesto. Pero mientras que éstas desplegaban su particular caligrafía pictórica sobre un vacío, las pinceladas igualmente veloces e ineluctables de García Carrera asumen la representación del paisaje de los arrabales y los basurales, con sus bandas errantes de niños flacuchos, su fauna de caranchos y su raquítica flora.

Fiel no sólo a sus orígenes obreros y a la temática neorrealista sino a sus admirados modelos europeos, Georges Rouault y Vincent Van Gogh, el pintor rosarino espiritualiza ese universo periférico y residual. A diferencia del precursor Antonio Berni, que enriquecía sus visiones de los márgenes mediante la acumulación de desechos industriales según el barroquismo pop del arte povera, o de compañeros suyos del grupo Litoral como Juan Grela y Leónidas Gambartes, que las transmutaban en composiciones de una austera geometría lírica, García Carrera se atuvo al pathos caligráfico de la línea experimentada como escritura. Sus "rastros" son fundamentalmente trazos, cargados de una singular fuerza de inscripción; sus figuras son a la vez ideogramas e idiogramas, es decir, sesgos de una continua firma siempre suya y siempre reconocible.

Por eso adquieren especial valor, en esta muestra, los estudios y dibujos a la pluma que se exhiben en vitrinas: la pluma y la tinta parecen ser el medio natural de este pintor que medularmente era un dibujante. El orden cronológico de las piezas revela su evolución desde el lenguaje visual del realismo hacia una síntesis cada vez más personal y concisa, un proceso característico de todo gran artista del alto Modernismo. Se destaca un dibujo a fibrón, enmarcado, fechado a comienzos de los años 70, de un grupo de figuras que evocan por su concisión e inmediatez al Quijote de Picasso. Otro tesoro son sus grabados, de los que pueden verse además las matrices: en ellos, especialmente en una "Cabeza" de pequeño formato, se puede apreciar el vigor del gesto expresionista con que el artista talla en la madera el rostro geometrizado. En las pinturas, ese mismo efecto de corte y tallado se nota en la aplicación certera de golpes de espátula muy cargados de materia pesada. La apropiación moderna de estilos medievales como el gótico o el románico es un elemento de la tradición expresionista que se ve claramente en sus magníficas pinturas, donde una gruesa línea de contorno negra resuelve la figura con gran economía a la vez que evoca la influencia de los vitrales en Rouault. Capítulo aparte merecen sus fondos. Allí, una línea de horizonte muchas veces es toda la anécdota, y el resto queda a cargo de manchas suntuosas en las diversas gamas del amarillo y el rojo o de oscurísimos cielos negros cargados de presagios.

Francisco García Carrera nació en Rosario en 1914, y murió también en esta ciudad, en 1976. Pintor y dibujante, Profesor de dibujo y autodidacta en pintura, desde 1935 comenzó a participar en muestras colectivas e individuales en Santa Fe, Paraná, Buenos Aires, Rosario y en Chile. A lo largo de su carrera, obtuvo treinta y tres premios en salones provinciales y nacionales. El último de ellos fue el Primer Gran Premio Adquisición de Honor "Gobernación de Santa Fe", en el Salón Nacional de Rosario, en 1971. Sus obras integran colecciones privadas de la Argentina y el exterior.

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La visión desolada del paisaje litoraleño.
 
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