Lunes, 19 de noviembre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. "EL CIELO GIRA", PRIMER GRAN DOCUMENTAL DE MERCEDEZ ALVAREZ
La historia de un pueblo español de apenas 14 habitantes que reflexionan sobre la vida, la muerte y el existir
Por Emilio A. Bellon
"EL CIELO GIRA" España, 2004
Direccion: Mercedes Alvarez
Guión: Arturo Redin y Mercedes Alvarez
Montaje:Sol López y Guadalupe Pérez
Fotografía: Alberto Rodríguez
Duración: 110 minutos
Sala de estreno: Del Siglo
Calificación: 10 (diez)
Ellos decidieron no partir. No formaron parte del grupo de inmigrantes que un día desembarcó en tierras extranjeras, del otro lado del Atlántico. Alguna vez fueron más de trescientos habitantes. Hoy sólo catorce. Y a esta aldea de la región de Soria, la tierra de Antonio y Manuel Machado, llamado Aldealseñor, regresa ahora una de sus hijas, Mercedes Alvarez, quien, con cámara en mano y un pequeño grupo de artesanos del cine, logra su primera gran obra.
Ha decidido para retratar los testigos de su pueblo y los fantasmas de un pasado el formato documental; término que en otras décadas, de lo que se daba a conocer, se identificaba con un film ilustrativo, a veces didáctico que no ofrecía audacia alguna.
Escenario de la meseta castellana, lugar habitado por los ecos de un tiempo prehistórico, en las huellas, que aún permanecen, de dinosaurios. Ruinas de tiempos remotos, cuando la conquista del imperio romano asolaba otros territorios.
Desde el circular de las estaciones, el relato que se propone desde el silencio de un presente, bien podría llamarse "Cuentos de una mañana de niebla". En el vago gris, el azul azogue que se va expandiendo, desde la pintura que abre esta admirable composición, suspendida en la levedad de una luz que le da voz al transcurrir del tiempo.
En Aldealseñor, ubicado a la vera de una carretera que permite reconocer la silueta de un horizonte, sus habitantes tienen más de sesenta años y algunos, más veteranos, esperan mansamente la llegada de su último minuto. Es de la muerte que se habla entre sus lugareños, como de algo que acontece. Y es esa muerte, a la que ingresaremos ya desnudos, desprovistos de equipaje, a la que se nombra con familiaridad.
Pero frente a la muerte, allí están insomnes los añosos árboles que han visto caminar a la gente del lugar, que saben de sus sueños y que tal vez han escuchado historias de encantamientos, de caballeros y princesas; sobre ese castillo, ahora un inmueble que proyecta su existencia hacia la construcción de un hotel cinco estrellas. Los que habitan allí, del otro lado, saben que en ese espacio no tendrán lugar.
Con un domino del tiempo narrativo, que nos lleva a rememorar a Víctor Erice y sus films "El espíritu de la colmena" y "El Sur" y a José Luis Guerin, para quien la realizadora trabajó como montajista en su film "En construcción", el film de Mercedes Alvarez se va asomando desde un trabajo de iluminación que transforma a la pantalla en otra obra del pintor Pello Azketa, quien ahora desde su amenazante ceguera nos lleva a interpretar a este lugar en el mundo, de catorce habitantes que nos hacen llegar sus reflexiones sobre la vida y la muerte, sobre los temas sociales y políticos de hoy, sobre los vínculos familiares.
"El cielo gira" descubre los lugares íntimos de cada fisura en la tierra y no obstante no está teñido de melancolía. Algo está por asomar, tal vez algo diferente en ese lugar. Por ahora escuchamos las voces, siempre sonrientes de los testimonios que aún permanecen en la memoria. A este lugar llegan los recortes de las propagandas electorales y en su camino pueden cruzarse dos hombres de otra cultura y desde ellos recuperar la tradición de voces silenciadas.
A través del ciclo de las estaciones, y durante casi dos horas, Mercedes Alvarez va subrayando el concepto de que el cine es luz. Y la luz elegida parte de las pinturas de quien ahora no puede casi ver; de su paleta, de sus bosquejos, de la manera como una neblinosa atmósfera va permitiendo reconocer los espacios. Hay un puente que podemos trazar entre las telas de Pello Azketa, la composición que se define desde el encuadre fílmico y las sublimes pinturas de Friedrich.
Como un relato crepuscular, "El cielo" va desdibujando los contornos de ese presente en las figuras fantasmales de un pasado, llegando a una postulación metafísica del propio espacio geográfico. Y simultáneamente, lo logra desde un trabajo de pasaje a un orden de abstracción.
Emana del relato un concepto de belleza que reposa en la profundidad de una mirada y una emoción contenida. Se descubren rostros, tallados como en la rugosa piedra o en el tronco fatigado de los árboles. Las manos se extienden, las miradas se buscan. La espera.
Allí están los molinos de viento. Y podemos, quizás, evocar la sombra del Caballero de la Triste Figura y su acompañante. Y desde cada relato de sus catorce pobladores, (ya no un testimonio frente a la cámara sino la captura de un instante preciso de vida), ese mundo rural se va perdiendo en los pliegues del tiempo.
Escuchamos su voz, la de la directora, ahora narradora. Sus observaciones son como las que pueden apuntar en un Diario personal. Ese yo despierta en su regreso y nos une en su visión existencial, que surge de la manera en que un dibujo se va posicionando del lugar hasta mostrarse como naturaleza viva.
Una obra que se pude reconocer como puro acto creativo. Como un cine que desde su carácter documental descubre y revela interrogantes que nos alcanzan; ante un film que se nombra desde sus expresiones poéticas. Un relato "El cielo gira", donde ese modo en el que el paso del tiempo se manifiesta pasa a ser uno de los móviles que nos lleva a reconocer nuestra compleja, particularmente inasible, realidad.
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