Alineándose en una estética de similares características a la de una nueva generación de creadores que han decidido volver la mirada a las músicas de estas tierras, con Doce flores de corazón de arena Adrián Monzón se confirma como un artista involucrado con una búsqueda madura y cálida de las armonías nacionales. Sacando a la luz una evidente investigación entre la relación de voz y guitarra, en su obra el músico nacido en Pérez se acompañó de artistas experimentados en recorrer un mismo territorio, generando un producto final sencillo a una primer escucha, pero complejo en su estructura armónica y melódica. Ganador del concurso de coproducciones de la Editorial Municipal, el disco tendrá su presentación oficial esta noche en El Aserradero, donde el cantante y guitarrista estará acompañado por Juancho Perone en percusión, Marcelo Stenta en guitarra, Iván Tarabelli en teclados y pianos y Fernando Silva en contrabajo y cello (instrumento con el que reemplazará a Luciana Elizondo, que aportó viola da gamba al disco), y Sebastián Macchi en piano. A ellos se sumarán también como invitados Guillermo Rizzotto y Sandra Corizzo, en un recital que comenzará a las 22.30 en el escenario de Montevideo 1518.

Nutriendo a un círculo de ediciones que ya tiene dos antecedentes por la vía de la independencia, Doce flores... le permitió a Monzón completar una búsqueda estética, según comprende el propio creador en su diálogo con Rosario/12: "Esto es como si fuera un cierre de etapa. El criterio es muy parecido a la de los dos discos anteriores, las canciones creo que son de la misma índole en cuanto a la búsqueda, la investigación. Y el proyecto se empezó a grabar dos años y medio atrás y se terminó hace medio año".

Sin embargo, esa distancia entre el registro de las obras es imperceptible en un disco musicalmente conceptual. "En el disco hay una unidad, incluso en los arreglos que, a diferencia de las composiciones, sí están hechos más o menos en la misma época", reconoce Monzón quien, al momento de conformar el repertorio, entre una veintena de temas debió reducir el listado a una docena de canciones, según un criterio con el que privilegió "no envasar mucho".

Sobre ese proceso, el autor profundiza: "La idea era cerrar la etapa compositiva, porque desde hace un año atrás las composiciones vienen siendo otra cosa, disparan por el mismo camino pero con un criterio de letras diferente, más puntuales, dedicadas a situaciones y no tanto al amor (porque para mí Doce flores es un disco de amor), y los arreglos y la composición también vienen gestándose diferente. Si bien yo laburo partiendo de una melodía y ahí pongo los textos, por ahí hay una cuestión más elaborada armónicamente. A raíz de eso ya veo a las canciones orquestadas desde la gestación y no así antes, o a las composiciones que desembocan en Doce flores..., que fueron gestadas solamente a guitarra y voz, y que hasta en un punto me pareció que no se podían editar de otra manera".

Esa conjunción se traduce en el disco, donde la íntima relación entre las cuerdas del músico y su instrumento es un eje desde el cual se construye una obra delicada y apta a múltiples escuchas. En referencia a la simbiosis que lo une a su guitarra, Monzón explica: "Esa es una condición que me interesa que la gente perciba. Y sobre todo porque a mí me apasiona hacer este laburo de melodía y letra en conexión con la guitarra, me divierte desde la creación hasta tocarlo en ese formato. Lo que pasa es que por ahí hay que tener en cuenta parámetros en cuanto a un posible envase para editar, que tiene que ver con la orquestación. Por eso en algunos temas recurrimos a orquestar, y creo que está logrado. Puntualmente por los músicos que elegimos para que hicieran este tipo de orquestación y en los cuales confié plenamente para que mantuvieran esa onda de minimalismo".