Martes, 5 de mayo de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PRESENTAN EL JUEVES EL LIBRO "EL COLECCIONISMO DE ARTE EN ROSARIO"
La publicación financiada por la Fundación Espigas explora perfiles de coleccionistas rosarinos del siglo pasado, y arroja nueva luz sobre el patrimonio artístico público local, y también sobre las instituciones que le permitieron desarrollarse.
Por Beatriz Vignoli
El futuro ya no es lo que era, pero el pasado goza de mejor salud que nunca. Gracias a la pericia, el talento y la dedicación de cinco jóvenes historiadores del arte, como también a invalorables aportes institucionales, se hizo realidad un sueño iniciado hace años: historiar el coleccionismo de arte en Rosario más allá de las vanguardias y los artistas, releyendo y rescribiendo la historia del arte desde el punto de vista de quién (y con qué dinero, y a quiénes) compró sus obras. Asuntos relevantes si los hay en esta ciudad, donde los patrimonios públicos son de origen privado. Bellamente editado e ilustrado, "El coleccionismo de arte en Rosario: colecciones, mercado y exhibiciones, 1880 1970" (CEHIPE y Fundación Espigas, 2009) es un libro que se presenta este jueves a las 18 en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Oroño y avenida Pellegrini) y que tiene entre sus protagonistas, precisamente, al fundador del museo que lleva su nombre. Los presentadores serán Fernando Farina y Angel Navarro.
A fines del año 2005, la Fundación Espigas, a través de su Centro de Documentación para las Artes Visuales en la Argentina, radicó en el Centro de Estudios Históricos e Información Parque de España (CEHIPE) el proyecto de investigación: "El coleccionismo de arte en Rosario. Colecciones, mercado y exhibiciones, 1900 a 1970" (NOTA: el libro agregó dos décadas más al marco original propuesto). Financiado con los aportes de la Fundación Espigas, este proyecto fue coordinado desde Rosario por la directora del CEHIPE, la licenciada Carina Frid, y dirigido por la Asesora de Proyectos Especiales de la Fundación Espigas, la doctora Patricia Artundo. Para realizarlo, fueron seleccionados y convocados cinco investigadores, todos relacionados con el ámbito universitario, con centros de investigación y con museos de la ciudad. El libro se abre con un prólogo de Mauro Herlitzka, presidente de la Fundación Espigas, seguido de estudios preliminares de Carina Frid y Patricia Artundo. Si bien uno de los dos trabajos publicados aquí por Pablo Montini se ubica en 1941, mientras que el atractivo y detallado trabajo de Guillermo Robles analiza la colección de Isidoro Slullitel en una época relativamente reciente (1963 a 1971), muchos de cuyos protagonistas aún viven, la mayoría de los trabajos exploran las primeras tres décadas del siglo, que fue cuando la vida cultural rosarina tomó forma al ritmo de la expansión económica y del puerto local.
El historiador Pablo Montini (UNR/Museo Histórico Provincial "Dr. Julio Marc") desarrolla en un extenso y excelente trabajo que se destaca por su profundidad, su precisión y la amplitud de las fuentes consultadas, la labor de coleccionista de Juan B. Castagnino. Indagando en sus prácticas y mecanismos de adquisición, su inserción en el mercado de arte nacional e internacional y la preferencia de sus elecciones artísticas, Montini diferencia dos períodos: antes y después de la Primera Guerra Mundial. Entre 1907 y 1913, Castagnino acumuló su capital artístico, al ir adquiriendo mediante intermediarios pintura italiana procedente de las colecciones de los nobles en decadencia económica, con todo lo que eso conlleva: contactos comerciales con Génova, preferencia "étnica" por artistas de su mismo origen y gustos de la burguesía ascendente basados en los de la aristocracia a medida que cambian de manos los bienes y el poder de una clase a otra. Su predilección por temas rurales tiene que ver con su actividad económica agroexportadora. Con rigor, fundamentando cada hipótesis en documentos, Montini hace de cada detalle histórico y artístico recopilado y analizado una lupa de aumento por donde mirar el devenir de Rosario en lo económico, social y cultural. Desde 1918 hasta su temprana muerte a los 41 años en 1924, Castagnino compró arte europeo en París y en la galería porteña de la firma Witcomb, pero lo más importante es que, influido por las teorías eurindias de Ricardo Rojas, se ocupó de promover a talentos nacionales como Guido o Fader. En este sentido cobra especial importancia su carrera dentro de una institución clave: El Círculo de la Biblioteca.
María Eugenia Spinelli desarrolla en "El salón Witcomb de Rosario: primera década de actividades" la evolución de un actor privado empresarial que dio especial impulso al mercado del arte, al que Spinelli desglosa estadísticamente escuela por escuela. En "La hispanidad en el gusto artístico de la burguesía rosarina. El caso de la colección Estévez, 1920 1930", Analía Dell' Aquila (U.N.R.) se ocupa del gusto por lo hispano en la burguesía rosarina, reflejado en las adquisiciones del matrimonio de Firma y Odilo Estevez, cuya mansión luego fue donada por sus dueños al estado local para que fuera sede de lo que hoy es el Museo de Arte Decorativo homónimo. (Este trabajo se suma a estudios existentes sobre estos influyentes actores sociales, llevados a cabo por la actual directora del Estevez, Analía García, quien se centraba en su mansión como escena de las prácticas sociales burguesas de la época). Por su parte "El museo antes del museo: la colección histórica del doctor Antonio Cafferata" es la investigación donde Valeria Príncipe (U.N.R.) da cuenta de la compleja trayectoria del coleccionista, historiador y político rosarino Antonio Cafferata, complementando el trabajo de Montini en lo que respecta a la historia de El Círculo. Una y otro señalan la importancia, como evento fundante, del Salón organizado por dicha entidad en la Biblioteca Argentina en 1913. (Y la riqueza de las investigaciones tiene un valor estético per se: gracias a este libro reviven bellas palabras olvidadas, como nabab).
Esta primera parte del libro arma un firme marco para futuras investigaciones sobre este período. Incluso deja abiertos varios enigmas, como la ambivalente relación entre Castagnino y el escultor ítalo rosarino Erminio Blotta: ¿cómo es que el segundo, envuelto en un escándalo de presunto plagio y expulsado de los salones por el primero, le dedica una nota elogiosa en su crónica de 1925, a la que no se le puede sospechar ninguna motivación interesada ya que la escribe y publica a pocos meses de su muerte? Así, gracias a estos sabuesos, estos viajeros del tiempo mezcla de Indiana Jones y Sherlock Holmes, lo que a la post posmodernidad desinformada le parecía mero pasto de polillas se convierte en un tema muy apasionante. Pero no sólo eso, sino que este libro ayuda a comprender por qué hoy es como es, y no de otra manera, la cultura en la ciudad de Rosario: una herencia que es indispensable conocer y asumir si se quiere persistir en su expansión y cuidado.
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