Miércoles, 2 de noviembre de 2011 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › POESIA. DIATRIBA EDITó 3 CILINDROS, DE GERVASIO MONCHIETTI
A un año de la publicación de Trincheta, donde el autor rosarino abordaba el mundo de la niñez y la figura de la abuela, en este nuevo poemario establece el eje en la adultez y la relación con el padre, de profesión mecánico.
Por Beatriz Vignoli
Este sábado, a las 19.30 en Madma (Balcarce 837), la editorial independiente santafesina Diatriba presentará en Rosario dos libros: Colectivo maquinario, de Daiana Henderson, y 3 cilindros, de Gervasio Monchietti. Tocarán en vivo Fernando Callero y Petula (autor de la novela Darwin, publicada por Tropofonía, sello del que es editor Monchietti). Callero es escritor, editor y vive en Santo Tomé, donde coedita junto con Santiago Pontoni los libros de Diatriba. El cuidado diseño en tapa dura fue ilustrado por Ponchi (Alfonso Insaurralde).
Si la figura de la abuela y el mundo de la niñez eran el eje afectivo y poético del poemario anterior de Monchietti, Trincheta (Tropofonía, 2010), 3 cilindros es el libro de la adultez y del padre.
Lejos de cualquier banalidad confesional y con mucha más solidez aún que en Trincheta, el padre en 3 cilindros opera como un eje cohesivo formalmente indispensable: al modo del muro en un insistente juego de pelota y frontón, el padre es el destinatario, la segunda persona a la cual el yo poético dirige cada verso. La estructura que resulta de esto es además muy coherente, casi tanto como la racionalidad que el padre parece encarnar y de la cual el hijo sutilmente se desmarca al parodiar en sus poemas estos mecanismos lógicos constitutivos de un pensamiento lineal inherente al género masculino, del cual el padre se ofrece como ejemplo a seguir: "I. La mecánica ha hecho de él/ un pragmático./ Los autos rotos van hacia él/ para un ajuste./ Los hijos, si no vienen/ es porque funcionan.// II. La mecánica ha hecho con él/ un pragmatismo./ Lo peor que puede ocurrir/ es tirar y cambiar./ Los hijos, que se arreglen/ con sus piezas".
A lo largo del libro, el símbolo alegórico de la manera paterna racional de estar en el mundo es el auto. Cada parte y cada pieza del automóvil designan un tema o sección. Así, el libro se divide en tres capítulos: "De arranque", "El carburador" y "El escape" (un dato anecdótico: en la dedicatoria del autor para este ejemplar en particular se lee: "una pequeña caja de herramientas").
Sangrientas tintas se han derramado sobre este tema, el de la relación del hijo varón con el padre. De Kafka a Pablo Ramos, pasando por Bellow y Bukowski, la literatura escrita por varones (la norteamericana especialmente) ha abundado en padres terribles. La relación siempre es conflictiva, tensa, cargada de los pesados fantasmas neuróticos y emblemas fálicos que Freud se ocupó de comenzar a develar. En el habla cotidiana de la clase media culta de Rosario, Santa Fe o Buenos Aires, ya se da por sentado que "matar al padre" no se refiere al parricidio literal. Pero en poesía argentina al tema de la relación padre e hijo lo están abordando recién las generaciones más jóvenes: Fabián Casas en El salmón, Carlos Battilana en Materia o Martín Rodríguez en Agua negra.
El paradigma clásico es el del ajuste de cuentas, del cual Monchietti no escapa. Pero, en contraste con el resentimiento o el patetismo de otros autores (no por feroces de menor calidad), lo característico de esta obra es una feliz combinación de rigor formal y piedad. Los ideales del padre no lo han llevado al éxito. El viejo se quedó en el pueblo y el hijo vive en la ciudad, a sesenta kilómetros de distancia. Tampoco es que sea un ganador el hijo, quien se debe al sacrificio del padre. Es un empate, similar al modo en que se plantea esa relación en la saga de Zuckerman de Philip Roth. Pero aquí a la díada "padre ganador vs. hijo perdedor" de Bellow se le contraponen un padre y un hijo enfrentados a una familia que "funciona" hasta que ya "no funciona" y esto del funcionar, advierte el autor, es sin metáfora: la familia es una máquina sin más.
"A veces las cosas no funcionan/ o algo así/ le dijo el viejo, no hay metáfora". El trabajo del poeta se homologa al del mecánico (la profesión paterna) en desarmarla. También se desvía de él y asume un cuidado materno, que compara a los demás individuos de la familia con plantas o con tortugas: "son objetos silenciosos/ se dejan querer".
"El problema con los psicoanalistas/ es que ya lo saben", dice Monchietti al abordar los fantasmas susodichos, que revolotean en torno a la constante amenaza de feminización del hijo. Este teme que sus manos, comparadas con las del padre, "se parezcan bastante a las de una mujer" y subraya una frase del padre ("Mirá qué culo tiene esa mina"), imputada de crear una idea del sexo que al hijo le acarreó "problemas con las mujeres". Le sobran argumentos para condenarlo (o hasta para superarlo) y sin embargo: "Podría/ matarte fácilmente, ya lo ves./ Pero no lo haré. Debo, antes, terminar este libro".
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