Martes, 24 de julio de 2012 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. MUESTRA DE FOTOGRAFíAS INéDITAS EN EL MUSEO DE LA MEMORIA
En la planta alta del edificio de Córdoba 2019 se exhiben retratos nunca vistos sobre el conflicto bélico en las Islas. Además, la fachada de la institución fue intervenida con Hedor y Pulcritud, muestra realizada por alumnos de Arquitectura.
Por Beatriz Vignoli
El Museo de la Memoria de Rosario (Córdoba 2019) ofrece una serie de eventos importantes en estos días. El jueves pasado se inauguró en la planta alta Malvinas: cruces, idas y vueltas, una muestra de copias de fotografías que soldados argentinos y británicos tomaron en las islas durante el conflicto bélico de 1982 y que no fueron difundidas entonces. Simultáneamente, en la terraza del Museo se inauguró Hedor y Pulcritud, una intervención artística realizada por un grupo de estudiantes de Arquitectura, coordinados por la arquitecta Alejandra Buzaglio, del área de Derechos Humanos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la UNR y de la materia optativa "Arquitectura y Memoria". Hoy a las 16, también en el Museo y con entrada libre y gratuita, se presentará el informe "Políticas públicas en sitios de memoria en el Mercosur". Disertará el Doctor Víctor Abramovich, secretario ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del Mercosur. La actividad de hoy es organizada por el Museo de la Memoria, la Dirección General de Relaciones Internacionales y la Asociación Ciudades Educadoras Delegación América Latina.
Gestada por el Museo Arte y Memoria de la Comisión Provincial por la Memoria de La Plata, al que pertenece, Malvinas: cruces, idas y vueltas puede visitarse hasta el 14 de septiembre. Es copia de la muestra donada al Colegio Nacional de Buenos Aires por Federico Lorenz. Reúne fotos compiladas por él y María Laura Guembe que fueron reproducidas en el libro Cruces: idas y vueltas de Malvinas (Edhasa, 2007). Conviene ir con tiempo para sentarse a mirar No somos héroes, el documental dirigido por Eugenio Magliocca, Rodolfo Caminos y Gustavo Saita que reúne testimonios de ex combatientes argentinos.
En una vitrina se incluyen un puñado de objetos que fueron cedidos por Rubén Rada, presidente de la Federación de Veteranos de Guerra de Santa Fe, y Julio Más, integrante del Centro de ex Combatientes de Rosario. Estos objetos acompañaron día a día a los soldados y formaron parte de la misma cotidianeidad que registran las fotos. El montaje de la muestra está muy cuidado, como hace siempre el Museo de la Memoria en su nueva sede con este tipo de materiales documentales. Gracias al trabajo del equipo de producción del Museo, los espectadores que suben al primer piso a ver la muestra son recibidos por el insistente sonido del viento y del mar, que los sitúa en el espacio imaginario de Malvinas. Enriquecidas en su sentido por los textos testimoniales y los gráficos informativos de diversas fuentes expuestos cerca de ellas, las fotos están montadas sobre gruesos paneles pintados de verde oliva, el color de los camiones y uniformes del Ejército.
Lorenz es historiador y autor de varios libros de divulgación histórica sobre la guerra de Malvinas, que buscan pensarla como un hecho inseparable de la dictadura genocida que lo produjo y abrir el tema a las preguntas del presente. "¿Por qué nos atraen las fotos de guerra?", se pregunta en Pensar Malvinas. "¿Qué otras imágenes es necesario mostrar para entender el sentido de una guerra?".
La muestra incluye reproducciones ampliadas de tapas de revistas de la época favorables al régimen militar, como Gente. En la tapa de Radiolandia, la imagen frívola de una famosa vedette representa al Fondo Patriótico Nacional. Según la revista 10, los soldados argentinos se encuentran "atrincherados y seguros". Consultando los libros de Lorenz en la biblioteca del Museo, uno se entera de que en esos pozos de zorro, durante 65 días a la intemperie, los argentinos soportaron el clima de las islas y las horas interminables de bombardeos ingleses que les causaron el 75 por ciento de una tasa de mortalidad casi 10 veces superior a la de las tropas estadounidenses en Vietnam.
"Mamá, lo que te pido urgente es que me mandes la máquina de sacar fotos con uno o dos rollos", escribía un soldado conscripto argentino en una carta desde el frente. "Para muchos, era la primera vez que veían el mar, o volaban en avión", apunta Lorenz. "El componente de aventura y descubrimiento también jugó un papel". Esa mezcla se ve en las caras de los jóvenes: dolor en algunas escenas, pero en otras, sonrisas a la cámara como en cualquier viaje estudiantil a Bariloche.
"Fue una doble derrota: la pérdida de las islas, y la posibilidad de anclarlas en un recuerdo material", resumen Lorenz y Guembel. "Pero muchas fotos volvieron y, sin embargo, no circularon. ¿Por qué?".
Las copias originales de muchas de estas fotos analógicas son inaccesibles para quienes las tomaron o figuran en ellas, o para sus deudos. Tras el combate final en Monte Longdon y luego de la rendición, algunas cámaras de soldados y suboficiales argentinos fueron encontradas por los ingleses entre los despojos de la batalla y quedaron en poder de los vencedores. Hoy esas fotos están en el Imperial War Museum de Londres. Recobrar estas imágenes, restituirlas tanto a sus protagonistas y a sus seres queridos como a la memoria colectiva de los argentinos, es un acto de humanidad y justicia cuyo valor excede el del mero registro y se amplifica en un gesto político.
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