Lunes, 15 de mayo de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ANTONIONI, SONDEBERG Y KARWAI ASOCIADOS EN EL TRIPTICO "EROS"
El film recuerda de alguna manera a la época clave del cine
de episodios de "los 60". La obra de tres renombrados directores
asoma, pese a sus altibajos, como una pieza un tanto atípica.
Por Emilio A. Bellon
"Eros"
Episodios: "El filo peligroso de las cosas", "Equilibrium" y "La Mano".
Dirección: Michelangelo Antonioni y Tonino Guerra. Steven Sondeberg. Wong Kar-Wai
Intérpretes: Christopher Buchols, Regina Namni y Luisa Ranieri. Alan Arkin y Robert Downey Jr. Gong Li, Chang Chen, Fin Fung y Auntie Luk.
Guión: Michelangelo Antonioni. Steven Sondeberg. Wong KarWai
Puntos:5 (cinco)
Estrenada en Europa a fines del año pasado, tras haber sido presentada en la Muestra del Festival de Venecia, llega a la cartelera de nuestra ciudad "Eros", así, sin previo aviso, de manera simultánea a su presentación en Buenos Aires. Pensada como un tríptico que recuerda de alguna manera a la época clave del cine del film de episodios, "los 60", esta obra de tres renombrados directores asoma, pese a sus altibajos, como una pieza un tanto atípica.
En conjunto, es un film, a mi entender, sumamente irregular que no puede considerarse como una obra integral, ya que las distintas visiones que el film presenta sobre el término "Eros" no encuentran, a no ser por los momentos de enlace, conexión alguna, ya que el subrayado sobre el vocablo se va construyendo, fugazmente, desde las imágenes de algunas pinturas de esta temática, jugadas sobre un fondo azul, al son de la melodía compuesta e interpretada por Caetano Veloso, y que lleva, acertadamente el nombre "Michelangelo Antonioni".
Para quien firma esta nota, admirador de Michelangelo Antonioni, a quien considera uno de los grandes renovadores del cine de la segunda postguerra, el episodio a cargo de quien hoy ha cumplido ya sus noventa años permito, sólo en algunos momentos, reconocer las huellas de este gran maestro.
Desde una historia que intenta plantear la crisis de una pareja, para volcarla a la figura de un triángulo isósceles, el relato a cargo del realizador de "Identificación de una mujer" no logra sostenerse ni desde el punto de cista del diálogo no de los puntos suspensivos que marcan los silencios. Por el contrario, a mi entender, este es el episodio que se va desdibujando en una sucesión de movimientos hieráticos -a nivel muestrario- sobre el cuerpo, que intenta retratarse como coreográfico, de dos mujeres.
De tono abúlico, recitado, ya no se trata del Antonioni de aquellos tiempos que se detienen en una mirada alienada, sino de una historia que alardea de pretensiosidad que por momentos nos proporciona un intervalo cuando enfoca el escenario geográfico. De movimientos hieráticos, ni la historia ni su forma de tratamiento, ni sus parlamentos que rayan en una vana retórica, nos permiten recuperar la fuerza de aquel vacío ni la hondura de aquella incomunicación que padecían, sin darse cuenta, sus personajes.
Cabe decir, que en tanto muchos consideramos a Antonioni como una de los nombres claves del cine moderno, esta pequeña obra suya, que está a mi entender, a diez peldaños debajo de aquel su último film, realizado con WinWenders, "Más allá de las nubes", de gran arrebato poético, nos despierta espontáneamente una cierta tristeza, que nos lleva a añorar todo un modo de narrar que abrió tantos capítulos y que despertó tantas vocaciones.
Tras las figuras de enlace, suspendidas, flotando en un azul que abre el ensueño, tras la canción aquilatada de la voz de Caetano Veloso, nos internamos en un blanco y negro de glamour, en el consultorio de un psicólogo, en Nueva York, en 1955.
En una sucesión de efectos disparados, entre la palabra y la mirada, el siempre atento a las convenciones de la industria, Steven Sondeberg, (a no ser por algunos contados títulos) intenta desplegar un tono de humor el casi disparatado juego que una situación puntual ofrece, entre los sueños recurrentes de un paciente, que siempre es asaltado por una mujer desnuda y una mujer de enfrente, sugerida por la actitud del profesional. Sin llegar al cruzamiento, que el guión debe, tal vez, haber previsto, el interés del film se sostiene en el juego actoral, que remeda algunos momentos de la comedia clásica.
Una mujer que se desnuda, una bañera, es el sueño obsesivo que intenta construir un relato y tender un puente con la actitud del psicólogo, provisto de un largavista, que trata de seducir a la vecina de enfrente. Un juego de espejos que no llega a definirse como tal y que queda en ese punto intermedio entre la intención y el cortometraje terminado, logrando un "Equilibrium", pero no desde el efecto deseado.
Y llegamos, ya por consenso, a definir este hallazgo. Y que a diferencia, de los otros dos, forma parte de una misma escritura de autor. Al seguir tal vez, su director, el tono, la línea y el color de "Con ánimo de amar", el cortometraje "La mano" es toda una lección de cine, que explicita una idea de transcurso temporal, desde un gesto, a partir de un poético concepto de síntesis.
Una asordinada emoción, que sólo se insinúa a partir de acciones sutiles de miradas y de actitudes en un compás de espera, sostiene el tempo interno del relato, a partir de un vínculo que se da entre un aprendiz de sastre y una prostituta, encuentro que me lleva hoy a recordar aquel film de Ken Hughes de 1964, "Servidumbre humana" sobre novela de Somerset Maugham.
En "La mano" cada plano es un texto poético, de una fuerza lírica que abre a una mirada que se va refugiando en la presencia eterna de un instante y en un vínculo que se extiende hacia adentro, desde su arrojo intimista. Nuevamente aquí, continuando con su modo de pensar sus historias, esos ecos de aquellos años 60 que se detienen y se muestran en cada detalle.
Como una aroma que se va liberando a medida que pasan los días, cuya estela sigue despertando emociones, así aquel primer instante, de aquel primer aqcercamiento exorcizará en la vida del aquel hombrecito, la pérdida, la ausencia.
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