Jueves, 8 de junio de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "LA COMEDIA" TRANSFORMADO EN UN RESTAURANTE CHINO
Los espectadores, sentados junto a mesas, siguen la separación de una pareja gay que come en un restorán chino. Eso es "Shangay".
Por Fernanda González Cortiñas
Cuando José María Muscari decidió lanzarse a la creación de un proyecto que le permitiera hablar sobre "la durabilidad del amor", ya contaba con una quincena de obras con su firma. Porque a pesar de no haber alcanzado los 30 años, el autor, actor y director es uno de los más prolíficos de una nueva generación de teatreros argentinos. O, al menos, de los pocos que logran equilibrar aquello de cantidad y calidad, y con Shangay pudo verlo plasmado en un premio Estrella de Mar como Espectáculo Alternativo, y en el sostenimiento en cartelera de una obra que ya lleva dos años de funciones, que agasaja a los espectadores con té verde y maní japonés, y que mañana brindará con un doblete de funciones en Rosario, a las 21 y 23 en el teatro La Comedia, dentro del ciclo "Sobre el escenario".
"La obra surgió a partir de la necesidad de hablar de la durabilidad del amor. El espectáculo es una anécdota muy simple, porque cuenta la separación de una pareja gay en el medio de un restaurant chino, atravesados por la cultura oriental", relató el creador a Rosario/12. Asimismo, remarcó que "la puesta en escena es bastante poco convencional porque el público está sentado en sillas y frente a mesas, alrededor de la situación central de estos personajes que se están separando. Se juega mucho con la proximidad del espectador y con el morbo que da siempre cuando uno está en un bar y en la mesa de al lado se empiezan a pelear. Eso es un poco el planteo del espectáculo, que básicamente es una comedia, pero que más allá de tener humor habla de un tema muy cruento, como es la separación y cuánto puede durar un amor".
"Sobre todo es la frustración del amor, es como un paneo de eso --completó--. Si bien la trama está llevada adelante mediante una dramaturgia que está apuntada a lo que tiene que ver con una comedia, el espectáculo en su panorama tiene una visión del amor bastante amplia, porque además de estos dos personajes, que son gay, están las dos meseras del lugar que son unas especies de geishas chinas que hacen unos shows orientales medio de desnudos, eróticos. Ellas también están solas en la vida. Y por otro lado aparece la madre de uno de los personajes que está en el bar para evitar que ellos se separen, pero que viene con sus cincuenta años, su desafortunada separación, su soledad, por lo cual el espectáculo tiene un panorama muy amplio, no solamente gay sino totalmente heterosexual. Y una mirada muy amplia sobre la durabilidad del amor y la pareja".
-No debe ser azaroso que la obra se desarrolle en un restaurant chino, con esta cuestión de la búsqueda que mucha gente emprende hacia lo oriental a partir de una situación de vacío personal. ¿Está vinculada con esa situación?
-Sí, tiene mucho que ver, porque el espectáculo en un sentido habla mucho de la apariencia, lo que es cool y lo que no, de lo que es moderno y lo que no es moderno. Dentro de eso el sushi, el té verde, todo lo oriental y lo zen construye como un estado de apariencia del que me parecía que estaba bueno hablar y que estaba bueno contraponer a lo gay, que también tiene mucho que ver con la apariencia, el dinero, lo que es fashion. En ese sentido me parecía que estaba bueno que una historia tan pequeña, como la separación de dos personas, estuviera como incluida en un lugar muy poco convencional. Por eso me interesó hacer que la historia transcurra en esta especie de bar temático oriental, porque me parece que también habla de un vaciamiento de esas personas y de todos los que están ahí. En un sentido Shangay es una especie de explosión de soledad urbana, son cinco personajes que andan muy solos por la vida y de repente se encuentran en esa noche fugaz en el restaurant, donde lo que pasa es desopilante, pero también en un sentido muy doloroso.
-¿Por dónde se dispara el humor en la obra?
-Para mí el humor aparece en la obra en la plena identificación del que está viendo. La historia es muy universal entonces pasa por un montón de lugares comunes por los que todos pasamos, que son como patéticos y divertidos mirados a la distancia. La separación de bienes, qué pasa con la familia, los amigos en común, todo ese universo de dolor y todas las cosas a las que llegamos y accedemos por un amor que no queremos que se termine. En ese sentido el espectáculo es muy gracioso. Y por otro lado hay un factor estético que lo vuelve humorístico, que tiene que ver con que el espectáculo está planteado dentro de una gran instalación plástica. Cuando la gente entre va a ver una sala totalmente transformada, porque es una gran instalación que vuelve al espectáculo como muy raro. Porque es una historia muy sentida, de mucha identificación, en un contexto totalmente kitsch.
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