Lunes, 17 de octubre de 2005 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › A PROPOSITO DE ESE TRIBUTO LLAMADO "MINA... CHE COSA SEI?"
Buenas canciones y voces, pero una estética brutalmente Kitsch
generada por luces y objetos; para este musical que sin embargo
rescata los mejores momentos de la carrera de esta gran cantante
Por Emilio A. Bellon
Debo reconocer que cuando tomé conocimientos algunos meses atrás del espectáculo que se estaba ofreciendo en el teatro Broadway de Buenos Aires, titulado: "Mina... Che cosa sei?, subtitulado con el término Tributo, sentí como un súbito recelo, una prolongada duda, respecto del mismo, en relación con aquella presencia, aquella voz que hoy puebla tantos instantes de mi vida y la de tantos. Sin embargo, cuando supe que dicha presentación iba a hacer escala en nuestra ciudad, no dudé ni por un instante de acercarme al escenario en el cual el pasado viernes, finalmente, se concretó. Debo aclarar no obstante que, otros como yo, movidos por cierto escepticismo, declinaron la invitación.
Y claro está. El nombre de Mina cubre por lo menos tres décadas, con su inflamante presencia, en quienes hoy tenemos más de cincuenta años. Y es que éramos apenas iniciados adolescentes cuando obtenía su primer gran triunfo, en aquellos Festivales de San Remo (algunos atesoran aquellos long plays), con la canción "Il cielo in una stanza", seguida, por cierto, de otros temas. Esto ocurría a principios de la década del 60 y en forma inmediata pasó a ser la voz y la figura invitada de "Studio 1" que se transmitía por Canal 7 y que cerraba con su clásico "Soli". Ya desde 1959, su voz acompañaba la trama de comedias, en aquellos años en los que el cine italiano tenía una fuerte presencia en las carteleras de nuestra ciudad.
Como decíamos, entonces, el pasado viernes en una única función la actriz y cantante de comedias musicales, Elena Roger, con una trayectoria que incluye numerosos éxitos en "Los Miserables", "La Bella y la Bestia", entre otras, junto a su elenco de músicos y bajo la supervisión general de Viviana Ambrosio realizó su Homenaje-Tributo, en el escenario del ex - cine Broadway; hoy teatro abierto a una numerosa variedad de representaciones, de todos los géneros. Y fue la voz, particularmente la voz de Elena Roger, voz que crecía desde un pequeño cuerpo, que se desoculta desde una hiperbólica y extravagante figura de una maniquí (tapa de revista italiana), la que cubrió con su sonora luminosidad los noventa minutos del espectáculo. En declaraciones realizadas en distintos medios, Elena Roger, con sus jóvenes treinta años, de pelo rojizo, comentaba que no se trataba ya de imitar, fielmente; sino de recrear un tono, una coloratura, ciertos registros; desde el recorrido que la cantante hace a lo largo de casi cuarenta temas, esto es, de interpretar a Mina, la gran cantante que nació un 25 de marzo de 1940, que vivió sus primeros años en Cremona, lo que le valió el seudónimo de "La Tigre di Cremona". Una cantante que, junto a Milva y Ornella Vanoni, identifican la canción popular y melódica italiana, de decidida presencia internacional. Y hoy, a pesar de estar retirada de la escena, no obstante graba una placa al año, habiendo abarcado a lo largo de casi medio siglo un repertorio que incluye canciones en dialecto, temas latinoamericanos como tangos y boleros, versiones de clásicos y jazz, entre otras expresiones musicales y en diferentes idiomas.
El espectáculo, para quien escribe esta nota, presentó diferentes momentos. Y así lo compartieron algunas amigas, en un diálogo que mantuve con ellas luego de la función: si de una voz y una presencia se trataba, en este sentido el mismo cumplía con su cometido; pero tal vez, movidos los cuatro y algunos otros por ciertas expectativas notamos que ciertas humoradas y escenas payasescas nos alejaban de ese sentimiento entrañable, apasionado, que para nosotros, aquellas canciones de Mina nos transmitían.
Claro está, era magnifico y causaba gran deleitación escuchar temas como "Quando dico che ti amo", "Se piage, si ride", "Parole, parole", "Ese domani", entre tantos otros; pero lo que no lográbamos era sintonizar con esa estética brutalmente Kitsch, generada por luces y objetos; por esos movimientos y situaciones que interponían la torpeza deliberada, que a nuestro entender desvanecían todo pretendido tono surreal. Así lo comentábamos luego de la función, Alicia Sánchez, Marcela Armengold, Bachi y yo, en un bar en el que, en otra parte, también estaban los que habían participado en esa escenificación. Sentíamos, desde una perspectiva generacional, que la trama y esa puesta en escena se superponían en los movimientos de una voz que hoy, como siempre, nos sigue sorprendiendo.
Frente a un admirable trabajo de composición y de destreza vocal, algunos (algo que luego compartimos con otros asistentes) experimentábamos un distanciamiento con aquellas melodías, y con esa voz, que tanto representan en nuestra memoria afectiva. Y no se trataba, claro está, de un purismo ni de una ortodoxia frente a la posibilidad de dialogar con ciertos nombres, sino que ese nuevo énfasis (en algo que nosotros no habíamos percibido entonces) transformaba a toda esa representación en una suerte de pastiche, entre una voz que hoy nos sigue conmoviendo (la de Elena Roger y de Diego Bros, también), una iluminación sobresaturada, una proliferación de objetos y elementos cambiantes entre el divismo y el arte pop y una sucesión de episodios, a veces circenses, que enfriaban (a nuestro entender) aquella voz, aquel rostro, aquella nueva sonrisa de la cultura italiana; de proyección universal, que se llama Mina, y que hoy como tantos otros nombres míticos pasa sus días cubiertos por el velo de un púdico silencio.
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