Viernes, 29 de septiembre de 2006 | Hoy
El ex cantante de los Black Uhuru, ahora como solista, será el número central del encuentro que comienza mañana a las 19.
Por Edgardo Pérez Castillo
Hay sucesos que, entre todos los que se construyen al fulgor de los movimientos en boga, nunca dejan de ser positivos. En ese sentido, la llegada de Michael Rose a la ciudad -dentro del festival Rosario Vibra- puede comprenderse como un punto alto entre tanto furor (muchas veces impostado y desmedido) por el reggae. Un fenómeno que permitió, algunos meses atrás, la visita de Alpha Blondy, figura que pasó desapercibida para aquellos que persiguen al género buscando aferrarse a lo cool, y que ahora da lugar a la llegada del ex cantante de los Black Uhuru, quien en propuesta solista --aunque acompañado por su banda jamaiquina-- será el número central de un encuentro que dará comienzo mañana a las 19 en el Galpón 11 de Cabral y el río.
Festival que, por otra parte, tendrá un fuerte carácter local a partir de las actuaciones de Alegre No Tanto, Dubies y Cambá. Mientras tanto, y en lo que podría ser un número de cierre en sí mismo, desde Buenos Aires llegará Nonpalidece, probablemente la banda de reggae roots más importante de la Argentina. Aunque, lógicamente, será Rose el que arroje los últimos acordes en la noche del sábado, en una función en la que presentará su nuevo disco.
Una placa en la que el amor sigue siendo un elemento clave, como para el general de todos aquellos que profesan el rastafarismo, la religión a la que Rose se volcó siendo adolescente, y que, música mediante, le permitió abstraerse del contexto de violencia que imponía el ritmo en su ghetto natal en Kingston. "La música y mis letras fueron mi forma de salirme de ese contexto. Mi escape fue mostrando un mensaje de paz y amor", recordó Rose en su entrevista con Rosario/12. Vinculado al movimiento reggae desde que fuera convocado por el productor Niney "El Observador", con 19 años se incorporó como voz principal de Black Uhuru. Sin embargo, antes de ese arribo Rose ya se había volcado al rastafarismo, debiendo abandonar su hogar cuando sus padres le demandaron que se cortara los dreadlocks. Hoy en día, las rastas por las que él decidió abrirse camino son un ícono más de la moda.
"Ellos tienen que llegar a la conclusión de que las rastas son una forma de vida --apuntó Rose, como dirigiéndose a los portadores de dreadlocks--. No se trata de una moda, tienen que ser conscientes y mirarse a sí mismos. Si mirás alrededor del mundo puedes sentir que el rastafarismo está en todas partes. En la actualidad estamos viviendo tiempos de mucha guerra y lucha, con gente pobre. La solución a todo eso es el amor. Puede llevar tiempo, pero la gente debe mirarse a sí misma y darse cuenta de que no se puede pelear todo el tiempo por vanidad. No sé cuándo la gente entenderá esto".
En su búsqueda por propagar ese mensaje, Rose continúa generando obras, mientras se aguarda la edición de un nuevo material de BU, placa sobre la que refirió: "Eso no está completo, nos falta algún tiempo para terminarlo". Lo que sí queda claro es que el vínculo entre Rose y el arte continuará vigente, a partir del valor que el compositor le atribuye al reggae. "Es la única música que le muestra directamente a la gente que hay que ser conscientes, fuertes. Además es una música muy espiritual. Mucha gente que está debilitada puede fortalecerse escuchándolo", concluyó.
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