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El mes de junio finaliza con dos episodios que podrían marcar el alto voltaje provocado en una parte importante de la cultura nacional, por las agresiones tanto económicas como políticas desatadas por el gobierno con los tarifazos y las declaraciones de un ministro cada vez más repudiado por sus exabruptos, contra una gran parte de artistas identificados con el proyecto cultural del kirschnerismo.

En medio de la tormenta, dos voces se hicieron escuchar con la contundencia que merece la hora: la de la actriz y directora porteña Mónica Cabrera y la del rosarino Luis Machín, exponentes de una movida que no siempre tiene eco suficiente en las mismas filas de los damnificados.

Cabrera arremetió en una fulminante performance que tuvo lugar como escenario nada menos que el Ministerio de Energía, en una encendida arenga contra las "variables de ajustes", que arrasarían con una buena parte de las salas teatrales.

Por su parte Machín al recibir el Premio "Trinidad Guevara", aprovechó para contestarle al Ministro de Cultura, en su pérfida acusación a los actores que según Lopérfido habían robado al ser contratados por el gobierno anterior, y volvió a enrostrarle su argumentación acerca del tema de los desaparecidos y de la negación acerca de los que votaron la renuncia del cada vez más repudiado Ministro.

Una vez más el tema de las políticas culturales que comienzan a mostrar su incidencia y la sujeción hipócrita a poderes políticos que no dudan en expulsar de distintas y sutiles formas a los creadores, a los que administran salas independientes y al público que se bate en retirada.