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Domingo, 3 de julio de 2016

SANTA FE › JOSé LUIS, EL NIETO RECUPERADO 120 LUCHA POR SU VERDADERO NOMBRE

Quiere llamarse Maulin Pratto

Mientras hablaba ante el tribunal, en el banquillo estaban las dos imputadas: Cecilia Góngora, a quien José Luis llamó "apropiadora" y la médica Elsa Nasasky, quien firmó el certificado falso con que lo anotaron como el hijo de Góngora y Luis Segretín, en 1977.

Desde Santa Fe.

¿Cuál es su nombre?", le preguntó el presidente del Tribunal Oral de Santa Fe. "José Luis Segretín", contestó él. Es la pregunta habitual y la primera que suelen escuchar quienes declaran en un juicio, pero a él lo conmocionó. Porque este juicio se trata de eso, llegó frente a los jueces para que le devuelvan su identidad y la de sus hijos. Y que tras la sentencia, él pueda leer en su DNI su verdadero nombre: José Luis Maulin Pratto. El miércoles, las Abuelas de Plaza de Mayo lo habían presentado como el nieto 120 y el jueves, contó la trama que lo envolvió durante 32 años hasta que en 2009, el análisis genético le devolvió sus raíces. Antes, habían testimoniado sus padres biológicos, Rubén Maulín y Luisa Pratto y su tía, Griselda Pratto. "Si mis viejos no me hubieran buscado, seguiría viviendo en la mentira y el miedo", dijo. En el banquillo, estaban las dos imputadas: Cecilia Góngora, a quien José Luis llamó "apropiadora" y la médica Elsa Nasasky de Martino, quien firmó el certificado falso con que lo anotaron como el hijo de Góngora y Luis Angel Segretín, en 1977. José Luis confirmó la relación entre ambas mujeres. "Cecilia era paciente de la obstetra". El tercer acusado era el jefe de un centro clandestino que operaba en la III Brigada Aérea de Reconquista, Danilo Sambuelli, pero ya falleció.

Casi al final, volvieron a preguntarle por el nombre. "¿Por qué lo llamaron José Luis?".

-Por los abuelos paternos (a quien también llamó "apropiadores"). Lo eligió Góngora y Segretín estuvo de acuerdo -contestó.

-¿Y cómo quiere llamarse?

Y ahí, manifestó su voluntad: conservar el nombre de pila por que así lo llaman desde que nació, el 26 de marzo de 1977. Y recuperar su apellido: Maulin Pratto, que es el de sus hijos. "Hace dos años presenté una escrito ante el Tribunal y hasta inicié un reclamo en la justicia ordinaria, que está frenado".

El relato del hijo, los padres y la tía estuvo atravesado por esa demanda de identidad. Maulin se quebró al recordar la conducta en la escuela de uno de sus nietos, el hijo mayor de José Luis. Cuando tomaban asistencia y lo llamaban Segretín, él no respondía. "Decía que no era él", contó. El llanto lo frenó. Era la impunidad que se replica en cuatro generaciones: abuelos, hijos, nietos y bisnietos.

Lo mismo le pasó a Luisa en el borbotón de angustia y bronca. "Estoy aquí por la identidad de mi hijo. Vinimos acá a decir la verdad". Y cuando Griselda Pratto concluyó su testimonio, se abrazó con la abogada querellante, Lucila Puyol, en un mar de lágrimas. El relato de Luisa y Griselda fue desgarrador. La persecución, las amenazas, el abuso de poder de la patota de Sambuelli destrozó a la familia. "Fue como si una bomba hubiera estallado sobre nosotros", lo describió Luisa.

José Luis contó que las dudas sobre su identidad comenzaron desde chiquito. Cuando él preguntaba, le decían que "no era adoptado". Tenía siete años cuando imaginó una travesura, que era desafío. Góngora lo vio triste y quiso saber qué pasaba. El contestó que en la escuela le habían dicho que era adoptado. Al otro día, "se armó un revuelo bárbaro". La mujer lo enfrentó a una formación de sus compañeros y lo presionó para que indicara quién "le había dicho eso". El no señaló a nadie.

Otro motivo de sus dudas era el cerco que lo rodeaba. "¿Por qué me protegían tanto?", se preguntó. "No podía salir ni siquiera a jugar en la vereda con los chicos del barrio. "Siempre me tenían bajo control estricto".

Segretín murió en 1986. Al tiempo, Góngora le dijo que era un niño "abandonado", que ella no era su madre biológica, pero que su padre era Segretín. La confesión quedó como "secreto de familia".

-¿Fue un pedido tuyo? -le preguntó el otro abogado querellante, Guillermo Munné.

-No, de ella, que yo por miedo y dolor aceptaba- respondió José Luis.

Con el tiempo, cada vez que la familia biológica intentaba un acercamiento, lo asustaban. Le decían que Maulín había estado preso "por extremista" porque "puso una bomba". "Vivía en el terror, que me buscaba alguien siniestro. Me decían que me venían a buscar para llevarme, que la intención era esa recordó. Su reacción de niño era esconderse apenas alguien golpeaba la puerta de calle.

En la escuela secundaria, su hermana Gisella, un año mayor que él, intentó acercarse a el en un recreo. José Luis le comentó el hecho a Góngora y se desencadenó "otra reprimenda". Al día siguiente, la mujer fue a la escuela, pidió explicaciones a la directora y le dijo que "una chica acosaba a su hijo". No conforme con eso, siguió a la adolescente y le reclamó que "no molestara más" a José Luis. "Después, nos fuimos a vivir un tiempo a Buenos Aires" hasta que "las aguas se calmaran".

Lo llevaron a la casa "del padre de mi apropiadora", José Ignacio Góngora, quien era personal civil en la I Brigada Aérea, en El Palomar y uno de sus hijos, suboficial en la fuerza. A Góngora lo llamó "abuelo apropiador" y recordó que era amigo del ex dictador Basilio Lami Dozo, a quien visitaba en la cárcel cuando lo condenaron por la guerra de Malvinas. "Decía que Lami Dozo estaba preso y solo".

José Luis contó cómo era la relación Segretín-Góngora. "Ella era la dominante" y él parecía "un pobre tipo". En la indagatoria, Góngora descargó la responsabilidad en el caso en su marido, a quien describió como "golpeador" y "alcohólico". José descorrió otro velo. Relató una pelea del matrimonio, en la que "él salió llorando de la habitación y me pidió perdón. Ella le dijo que ya me lo había dicho. Yo no sabía de qué me hablaban".

-¿Segretín amenazaba a Góngora?

-No, hubo problemas, pero prevalecía Góngora.

-¿Y cómo era el trato de ella?

-Hubo situaciones de castigo (a los chicos). Más que golpes físicos, era un manejo tortuoso. A veces, calentaba una cuchara y amenazaba hasta que no le decíamos quién había hecho la travesura. O nos hacía arrodillar sobre maíz. Eso me produce dolor de sólo recordarlo.

En 2009, accedió a hacerse el análisis genético. Y en mayo, el resultado confirmó que era hijo biológico de Luisa Pratto y Rubén Maulín. Fue hasta la casa de Góngora y le dejó la copia del estudio arriba de una mesa. "No quiero más mentiras", le dijo. No volvió más. José Luis confirmó que Góngora era paciente de Nasasky. "Era la obstetra de Cecilia".

Le preguntaron por los otros integrantes de la familia Segretín Góngora y mencionó a las tres hijas adoptadas por el matrimonio. "He visto sus carpetas de adopciones".

-¿Y qué sabe sobre Maximiliano? -el otro hijo del matrimonio, inscripto en abril de 1982.

-Me dijeron que estaba en la misma situación que yo, que era otro hijo extramatrimonial de Segretín. "Tiene una partida de nacimiento común. A la mía la firman Góngora y Nasasky, pero la de Maximiliano dice que nació en un parto natural, ante dos testigos". Lo que significa que carece de certificado médico.

-¿Dónde estabas cuando nació Maximiliano?

-Nos llevaron a la casa de unos conocidos (a Laura y él) y cuando volvimos, el bebé ya estaba -concluyó.

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José Luis Segretín quiere llevar su verdadero apellido: Maulin Pratto. Ya lo reconocieron las Abuelas de Plaza de Mayo.
 
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