Martes, 7 de noviembre de 2006 | Hoy
Bajo el título común de "Retrato de familia", muestran ocho obras cada uno y han elegido como técnica común la gráfica digital. Ambos se obsesionan con la incertidumbre y el tiempo.
Por Beatriz Vignoli
Hasta el jueves puede verse en la Alianza Francesa (San Luis 846) una muestra gráfica insólita: dos artistas de Rosario, Clelia Barroso y Mauro Machado, respectivamente madre e hijo, muestran algunas de sus últimas producciones bajo el título común de Retrato de familia. Muestran ocho obras cada uno y han elegido como técnica común la gráfica digital, de
no tradicionales. Ambos se obsesionan de maneras diferentes con la incertidumbre y el tiempo.
En Clelia Barroso la impresión digital es el registro de un original en collage (ocasionalmente, añadiendo pintura) donde la artista trabaja en una amplia gama de color una suerte de imago mundi compleja, centrándose en imágenes fragmentadas, heterogéneas y con analogías sorprendentes entre sí. En Barroso, lo incierto es el futuro: la vida, entendida como biodiversidad y como diversidad cultural, se halla amenazada. Así, figuras de especies en extinción se mezclan proféticamente en su obra con rastros de civilizaciones pasadas, arrasadas por genocidios. Elementos que Clelia Barroso viene trabajando en su obra pictórica, como son los animales, las estructuras compositivas simétricas y los planos decorativos, se fusionan en una nueva sintaxis para alertar del peligro.
En Mauro Machado, curiosamente, lo incierto es el pasado. Machado usa el negro sobre blanco para componer gráficos, mapas, diagramas y una especie de señalización, todo a partir de textos poéticos vueltos a escandir en otro ritmo. A la gráfica digital se le sobreimprimen trazos caligráficos a pluma. Los versos que ha elegido para las anotaciones a pluma son las versiones originales en inglés de dos citas del poeta T. S. Eliot sobre el problema del tiempo. Ambas proceden del comienzo del poema "Cuatro Cuartetos". Una dice:"Lo que pudo haber sido y lo que fue / convergen en un punto, que siempre es el presente". Machado da a leer este "pudo haber sido" ("might have been") en el sentido original de posibilidad y también en el de incertidumbre, ya que la mezcla con pasajes de un texto donde se duda del pasado y se ejecuta (al igual que en Eliot) una suerte de abolición de la confiabilidad del relato histórico.
Se trata del poema "En la calle, volviendo a la casa", del libro La fragancia de una planta de maíz (Libros de Tierra Firme, 1998) del autor rosarino Martín Prieto. El poema, escrito siguiendo el procedimiento de montaje, traza un recorrido rutinario por la ciudad y otro arbitrario por posibles núcleos de sentido y de certeza, extractados de textos ajenos: (diálogos, fragmentos de canciones, etc. Si hay una lógica en este texto, es la de la paradoja que va minando una certidumbre: se va desde "recuerdo la primera vez que te besé/ el verano pasado", pasando por "¿cuándo fue/ la primera vez que nos besamos?" hasta culminar en: "y me pregunta si/ nos besamos, si alguna vez nos besamos". El efecto es ligero en el poema, pero Machado al fragmentarlo le infunde un tono lírico que revela el carácter trágico de esta pérdida irreversible de la experiencia. Los carteles de la ciudad que el poema registra al azar ("La Libanesa"; "Salvador Saman", etc.) le sirven a Machado para articular un mapa urbano donde se lee un pretérito vinculado al Oriente Medio. La poética es la del montaje dialéctico; la intención, la de recobrar el espesor temporal del acontecer. El estilo abstracto de esta trasposición plástica del texto remite a algunas obras de Juan Pablo Renzi y a una serie gráfica anterior de Machado, "Philadelphia", que fue expuesta en el CCPE en 1997, y donde la letra de la canción de la película homónina traza el recorrido aleatorio de un paria urbano.
Merced precisamente a este procedimiento de collage, las esquirlas de un canto al sinsentido, que de por sí ha sido compuesto como un collage, se abren a nuevos significados. En este punto, la obra de Mauro Machado se toca con la de Clelia Barroso. En ambos casos se trata de fragmentar para reinscribir, para hilar y dar a leer memorias y advertencias, en suma: para no quedarse en la banal superficie del presente.
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