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Viernes, 9 de febrero de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS

"El canto debe ser siempre un reflejo de las cosas que pasan"

Braulio López, ex integrante de Los Olimareños, recreará clásicos como "Angelitos Negros", "La niña de Guatemala" y dará cuenta de lo que pasa hoy en la música latinoamericana.

 Por Fernanda González Cortiñas

"El futuro no es otra cosa que la sombra que el pasado proyecta sobre nosotros". La frase de Proust, robada a En busca del tiempo perdido sirve, y en mucho, para hablar del presente musical de Braulio López. Nacido en Uruguay en 1942, en el departamento de Treinta y Tres, Braulio López cuenta con una extensísima foja de servicios que se inicia allá por el año 1962. Y es que cuando todavía no había cumplido 20 años su voz y su guitarra se unieron a la de José Luis "Pepe" Guerra, para alumbrar a uno de los dúos más representativos -﷓y también más duraderos y prolíficos, con casi cincuenta álbumes en su haber-﷓ de la música popular latinoamericana: Los Olimareños.

En su segunda visita a Rosario luego de la disolución del dúo, ya con diez discos como solista, López llega esta noche al escenario de El Aserradero (Montevideo 1518) para, a partir de las 22, presentar junto a sus músicos (Alejandro Reyes, en guitarra y Paulo Martínez, en percusión) un recorrido por lo mejor de su intensa carrera.

Con una historia salpicada por la tragedia de los años de plomo, Los Olimareños cobraron fama en su país a mediados de la década del 60, al incursionar en un territorio poco explorado en tiempos donde el rock era ubicuo: el folklore. Con una base hecha de poesía y ritmos propios, Los Olimareños contribuyeron a darle forma a algo que hasta entonces no tenía una identidad concreta: la música popular uruguaya.

Casi una década y media después, en 1976, durante una gira por la Argentina, Braulio es detenido por un grupo comando del 3° Cuerpo de Ejército, en Córdoba, donde pasó un año preso por la dictadura. Al salir, el nuevo destino ya no fue el Paisito. Cinco años en España y otros cinco en México le aportaron al dúo una discreta pero férrea relación con el público, fundamentalmente integrado por los miles de exiliados sudamericanos. Pero a pesar de contar con una importante agenda laboral por aquéllos lares, la tierra tiraba. Finalmente, a mediados de 1984, un año antes de que el Uruguay recuperara la democracia, el dúo decidió volver para acompañar la experiencia. "Fue como un premio. Una experiencia inolvidable que a mí me marcó para siempre", confiesa López.

Diez años más tarde, la asociación se disolvía. "Pienso que la separación respondió simplemente a un desgaste después de tantos años en un trabajo de tanta responsabilidad como era el trabajo de Los Olimareños --cuenta López en diálogo con Rosario/12--. Además, como pasa siempre en la vida, pasan los años y la gente cambia, para bien o para mal. De modo que a partir de ese momento cada uno siguió su camino: mientras Pepe decidió salir a explorar otros territorios musicales (particularmente el tango), yo seguí manteniendo la línea musical de la obra de Los Olimareños, una obra comprometida socialmente, que yo pensaba estaba sostenida por la memoria colectiva de toda una generación y a la que había que corresponder de alguna manera. Y es que yo pienso que el canto, como caja de resonancia de la sociedad, es, debe ser siempre un reflejo de las cosas que le pasan. Por supuesto esto no quiere decir que se trate de una música anquilosada, que se quedó en el tiempo. Aquélla prédica ha ido cambiando de rumbo porque, afortunadamente, en muchos sentidos ahora la historia pasa por otro lado".

--¿Cómo es el espectáculo que presentará en Rosario?

--Lo que quiero es contarle un poco a la gente lo que ha pasado y lo que pasa ahora en materia de música latinoamericana. En este sentido habrá canciones muy emblemáticas de la primera época de Los Olimareños; canciones como "Angelitos Negros", "Adiós a mi barrio", "La niña de Guatemala" o "Los Gallos", que se mezclan con temas nuevos que yo canto como solista como "Cuando vayas a besar" o "Por dónde se fueron ellos", una canción que habla de los distintos exterminios que ha sufrido América Latina, desde la Conquista a las dictaduras. Intentamos una miscelánea que incluya un poco de todo.

--¿Cómo siente que influye toda esa pesada historia en su producción actual?

--Jane Fonda, decía "mi pasado me condena". Me pasa algo parecido; siempre lo llevo conmigo, cargo con él pero no me pesa, al contrario: me ayuda a repensarme como artista. Así, busco lo que me sirve de aquéllos tiempos y lo mezclo con cosas nuevas, sobre todo lo que tiene que ver con lo técnico. Por eso me gusta trabajar con músicos más jóvenes, que le aporten aire fresco y nuevas ideas a lo que hago. Me gusta jugar con los lenguajes, el rock por ejemplo.

--En este sentido, ¿cómo ve a la nueva generación de poetas y músicos uruguayos?

--Estando en España se le preguntó a Onetti por qué no volvía al Uruguay y él contestó: "Si Beethoven hubiera nacido en el Uruguay, hubiera dirigido la banda municipal". Mi país funciona así. En Uruguay hay muchos grandes talentos, nuevos y viejos, pero les cuesta mucho florecer. La mentalidad del público uruguayo sigue siendo bastante tradicionalista, bastante cerrada.

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Luego de la disolución del dúo, López editó diez discos como solista. "Busco lo que me sirve de aquellos tiempos y lo mezclo con cosas nuevas".
 
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