Sábado, 1 de marzo de 2008 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
A ustedes, los que me contrataron, les disgusta que mis informes incluyan citas. Lo sé muy bien porque no es la primera vez que me lo dicen. Opinan que hablo con palabras ajenas porque no tengo ideas propias, que me siento plácidamente a transcribir frases de otros porque me resisto a caminar por la ciudad a la que me han enviado. Y más aún, que los párrafos que elijo nada tienen que ver con el lugar que debo investigar y describir. Están equivocados, con todo respeto. No necesito hablar del color del río, de las palmeras sedientas de arena, del silencioso puerto, de las calles cuadriculadas, de otoños, mujeres ni monumentos para que sepan dónde estoy.
"El 18 de marzo de 1871 estalla en París una revolución popular que el 28 de mayo, después de una guerra civil sin cuartel, termina con la derrota de la Comuna de París y una represión increíble: 30.000 hombres, mujeres y niños son ejecutados, en gran parte con ametralladoras, en menos de ocho días por las fuerzas del orden. Se contaron cerca de 37.000 detenciones y más de 13.000 condenas. Este aplastamiento implacable de la Comuna indica muy bien que la sociedad se sintió gravemente amenazada y estremecida hasta sus fundamentos. Hubo un verdadero pánico de la "gente decente" amenazada por aquellos "bárbaros" y durante mucho tiempo estos sucesos habrían de ocupar el pensamiento de todos. (...) La opinión burguesa quiere vengarse del miedo que ha sentido, y acumula las acusaciones histéricas y las violencias verbales contra los communards. En tal ataque desempeñan papel destacado los literatos..." ("Los escritores contra la Comuna", de Paul Lidsky)
"Lautréamont y Rimbaud son los precursores de la Comuna, aunque este último aparece con ella. Representan lo que la Comuna tiene de anticipación a los hechos que la constituyen, de duradero, de absoluto, más allá de su contingencia. (...) La Comuna, sin perder nada de su significado político (ese significado incluso se ve fortalecido), constituye una fiesta de la imaginación. (...) Lautréamont y Rimbaud representan a la Comuna, no tanto por el contenido de su obra como por la libertad, la vehemencia y la brusquedad de su genio. (...) Todos los documentos fotográficos sobre la Comuna, la primera revolución que ha podido ser realmente fotografiada, ya que los clisés tomados en 1848 son escasos y mediocres, nos muestran la imagen de un pueblo irrepetible: hombres y mujeres que posaban al pie de las barricadas con una mezcla de asombro y admiración." ("Rimbaud y la Comuna", de Pierre Gascar)
"Tres hombres de aquellos países, desconociendo lo costoso que sería un día a su tranquilidad y dicha el conocimiento de la corrupción del nuestro, y que su comercio con nosotros engendraría su ruina, como supongo que ya habrá acontecido (...) vinieron a Ruán cuando el rey Carlos IX residía en esta ciudad. (...) Luego, alguien quiso saber la opinión que formaran, y deseando conocer lo que les había parecido más admirable, respondieron que tres cosas (...). En segundo lugar (según ellos la mitad de los hombres vale por lo menos la otra mitad), observaron que había entre nosotros muchas personas llenas y ahítas de toda suerte de comodidades y riquezas; que los otros mendigaban a sus puertas, descarnados de hambre y miseria, y que les parecía también singular que los segundos pudieran soportar injusticia semejante y que no estrangularan a los primeros, o no pusieran fuego a sus casas. ("De los caníbales", Michel de Eyquem, señor de Montaigne)
Ustedes, los que mandan, sin duda pueden hacerlo pues yo lo acepto. Objetan mis trabajos por las citas que he buscado cuidadosamente. Así, impiden que pueda incluir todas las que hubiese querido. Pero encontraré la manera de hacerlo en el futuro. Además, si bien por estos lugares no hubo Comunas (es decir, ningún tipo de imaginación revolucionaria), sí se conocieron movimientos que se adueñaron de muchos sitios de la ciudad, y eso significa que quizás las posibilidades estuvieron dadas. (Viví cuatro de esas oportunidades y a otra la conozco por lecturas; es curioso, pero este lugar me trae más recuerdos que otros, como si hubiera visitado estos remotos parajes más tiempo del que se estipula para nuestras excursiones). Por eso, pensaba que podía agregar a las citas iniciales (que me obligaron a fragmentar) un texto de Orwell, unas páginas de Noam Chomsky sobre los intelectuales liberales ante la revolución y algunos párrafos de Umberto Eco. Me parecían apropiados, sean conocidos o no en estas tierras. Si no lo son, verdaderamente no vendrían nada mal. Todo lo contrario. Eso acaso contradiciéndome un poco, ya que no creo demasiado en una abismal diferencia entre el bien y el mal.
A esta altura supongo que ustedes, los que me contrataron, los que mandan, dejarán pasar una última cita, una brevísima frase de Max Aub: "De mí no se ríe nadie. Por lo menos ése ya no".
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