Domingo, 18 de diciembre de 2005 | Hoy
Por Luis Novaresio
Uno: Es famosa una anécdota sobre Alejandro Magno Y Diógenes. El rey se acercó a Diógenes que estaba sentado tomando el sol. Alejandro le preguntó qué podía hacer por él, pensando en las riquezas u honores que podría concederle. Diógenes le contestó secamente: "Apártate, que me estás tapando el sol".
Dos: Hacía tiempo. Mucho tiempo. Pasa que algunos escriben o llaman para enojarse. Insulto a pelo, deberías decir para ser preciso. Son los riesgos de la cosa pública. El insulto del que no te conoce no puede ser un riesgo asumido. Es que te conoce. Escribís, firmás, publicás, te conoce. No es cierto. Yo creo que el insulto dirigido, no el que se grita al que maneja por la izquierda, hijo de tal por cual cuando te compraste el convertible, te hablo del insulto con fin determinado, debería hacértelo el que te conoce. O al menos, el que se te planta delante tuyo y asume el riesgo. De la respuesta, del enojo consecuente, de, por qué no, el puño o el cuerpo todo. ¿No?
No, me dijiste, insistiendo con eso de que te conozco, publico, bancate las consecuencias. ¿Qué cosa despierta un cinismo para tanta repercusión? Los filósofos cínicos de los que te hablé la semana pasada, interesaron. Vaya a saber por qué.
Tres: Cuando le preguntaron a Antístenes qué es lo que había aprendido de la filosofía, respondió: ser capaz de hablar conmigo mismo.
Al preguntarle qué cosa era lo mejor para los hombres, dijo: morir felices. En cierta ocasión, Diógenes de Sínope se masturbaba en medio del ágora. Y comentó: ojalá fuera tan fácil librarse del hambre, frotándose la tripa.
En un banquete, algunos para hacerle una broma le echaron huesos como si fuera un perro. El fue y les meó encima, como un perro.
Cuatro: Pendular. A nosotros, a todos, nos encanta rotular. Calificar. Sucede que las calificaciones genéricas tranquilizan, a ver si me tengo que poner a analizar si algunos grises son más complicados que los blancos y negros dogmáticos. Por eso, pendular. Del enojo hacia este populista impresentable que no respeta protocolos, deja plantados a los reyes o al presidente ruso en el aeropuerto, el que se apretuja con la gente en la calle, el que reta, reparte admoniciones, anatematiza y consiente a los que lo adulan. O los que dicen que es el cambio, el nuevo movimiento histórico, la reivindicación de aquella generación golpeada. Todo el tiempo. Y claro, también esto. Si Brasil paga la deuda, es una nación seria que lidera el continente y sabe lo que hace. Potencia que exporta, ama sus empresas y sabe que no hay países amigos o enemigos. Apenas países con intereses comunes o ajenos. Ahora que el demagogo irrespetuoso paga, nos ponemos a mirar con los ojos frunciditos y aquella otra parte también. Que cómo no consulta, no pasa por el Congreso, que es un gesto de efecto, poca importancia. Y del otro lado, péndulo, que en cambio de pagar la deuda externa por nueve mil millones, más vale paguemos la deuda interna de cuarenta por ciento de hermanos debajo de la línea de pobreza. Fuera Bush y el Fondo no era fuera previo paso por caja. Era a las patadas. Y vuelve el péndulo hacia acá. "Pagamos al Fondo para tener mayor autonomía y autarquía en nuestras decisiones". Yo lo escuché.
Cinco: El cinismo es una corriente filosófica que duró nada menos que un milenio para volver a aflorar más tarde. Tras la primera aparición en el siglo IV a. C., el cinismo volvió a emerger de nuevo con fuerza en plena época romana imperial, con representantes tales como Demetrio, el amigo de Séneca, Demonacte y Peregrino, de finales del siglo I d.C y primera mitad del II. A los primeros les fue mucho mejor que a los segundos. Pero estos últimos compartieron tiempo y lugares nada menos que con Jesús.
Se ha discutido mucho la relación que hay entre la palabra cínico y el término griego kyon, que designa al perro. Unos piensan que el nombre deriva del hecho de que Antístenes, fundador del cinismo, solía enseñar en la academia de Cinosargo. Más comúnmente se piensa que la relación arranca del hecho de que el perro en la cultura griega era tenido por un animal impúdico. Cuatro rasgos son característicos de la figura de los filósofos cínicos, según los tratadistas que han generado un sitio web en honor a estos pensadores (www.cinicos.com): la anaideia, o falta de pudor, la adiaphoría o distintividad, y la parresia o franqueza y libertad en el hablar. Diógenes de Sínope dormía en un tonel al aire libre, y defecaba y copulaba a la vista de todos. Y finalmente, la autarkeia, o autosuficiencia. Se trata de la independencia con respecto a la organización de la sociedad en la que viven y a los lazos económicos y sociales que les vinculan con ella.
La adiaphoría es la característica que les hace distintos de los demás, seres contraculturales y opuestos a todo convencionalismo. Sus actitudes eran provocadoras y rupturistas. Vestían con extremada austeridad, iban descalzos, barbudos, desaliñados. Se movían por el ágora y el mercado, en lugares públicos y en ciudades grandes. Despreciaban el matrimonio y el estilo de familia burguesa. Diógenes dijo, ante la pregunta de cuándo casarse: Los jóvenes todavía no, los viejos, ya no. En virtud de su parresía o libertad de expresión, el filósofo cínico no tiene pelos en la lengua, porque no tiene miedo a ser rechazado o a caer mal. Cuestiona, pregunta, inquiere, subvierte, no acepta.
Seis: Apenas se supo de la noticia. Es raro. Las buscás en todas las agencias y las confrontás con todos los sitios de Internet. Hoy ya no hay casi posibilidad de errores. Las primicias, esos tontos tonos engolados de los periodistas que jugábamos a presumir de te lo dije primero, han muerto. ¿Quién es capaz de decir que pudo antes que un sitio web de los verdaderos defensores de la libertad de pensamiento y expresión que publican, intuyen, preguntan, cuestionan, hacen?. Entonces, no busco la primicia. El mismo día en que la ministra y el responsable del banco anunciaban que la deuda ya no era nuestra, era detenido por la fuerza un hombre de mediana edad. En la misma plaza de la pirámide. No seas tonto, me dijiste. No lo vas a encontrar. Persisto. Supe, lo vi en el cable detrás del reportero que le hablaba a Carozo y Narizota que un hombre apenas vestido, barbudo, con ropas que parecían de arpillera, gritaba que la deuda eran ellos. Que los lujos asesinaban, que la ley era él, que el hambre de los suyos no estaba registrado en el Fondo. Y lo detienen. Lo vi. Descalzo, sucio, harapiento. Como en el ágora, como un perro.
Siete: Es más útil pelear con pocos buenos contra muchos malos, que con muchos malos contra pocos buenos. Hay que prestar atención a nuestros enemigos porque son los primeros en descubrir nuestras debilidades. La virtud del hombre y de la mujer es la misma. Es Diógenes de Sínope.
Y por fin: La risa abundante y reiterada garantiza una vida saludable. Si bien, no la eternidad. Vivir es hacerlo según tu propia libertad. La libertad es el centro del existir. Libertad de pensar, de expresarse, de ser. Y todo, según la propia ley. La propia.
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