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Viernes, 24 de febrero de 2006

CONTRATAPA

La venganza sería terrible

 Por Beatriz G. Suárez y Margarita Scotta

"Es notable que, teniendo tan escasas posibilidades de existir aislados, los seres humanos sientan como gravosa opresión los sacrificios a que los insta la cultura a fin de permitir la convivencia. Por eso la cultura debe ser protegida contra los individuos; y sus normas, instituciones y mandamientos cumplen esa tarea..."

S. Freud. El malestar en la cultura. 1927

Los hechos.

Van cayendo uno a uno detenidos los presuntos autores y participantes del robo mejor orquestado de los últimos tiempos, aquél que se perpetrara en la sucursal Acasusso del Banco Río. Es de público conocimiento que los datos aportados por la esposa de uno de

los ladrones fueron claves para encontrar a la banda. Dicen que la mujer

descubrió que el delincuente marido finalmente no era tal por tener millones guardados y joyas de valor sino porque estos días (de no haber mediado su preciada colaboración) iba a marcharse lejos con dinero a raudales y una amante veinte años menor que ella abandonándola en el medio de Paraguay con sus dos hijos.

La novela policial devino una portorriqueña de tres de la tarde donde no

faltó un solo ingrediente ni diamantes y rubíes que esta loca de amor usó

para vengarse del ladrón de corazones.

Muchos nos reímos por el cambio de rubro pero se podría pensar lo

absolutamente fuerte que resulta una pasión, el desenfreno que genera, la

falta de límites puestos en juego finalmente.

Es cierto: ella no aguantó.

Por más que el fracasado maleante le dejara parte del botín, fue

insoportable fantasearlo siquiera con una niña de solo veinte años cruzar

las fronteras del Viagra para marcharse hacia una felicidad libre de pañales frente a la cual la única indemnización pareció ser la venganza.

Semejante plan se vino abajo por el odio hacia la otra más joven y la verdad finalmente ha sido dicha mientras el éxito operativo de este grupo parece desinflarse como un gomón cualquiera. Y todo por unos besos equivocados.

¿Hasta dónde la trampa pudo más que la estrategia? ¿Cómo pudo este hombre

contra la Federal y no con el amedrentado alma de una mujer incalculable?.

El llanto y la burla se conjugan para lubricar el ambiente seco de la verdad neurótica que se impone a cualquier ardid.

La mujer herida, ese órgano de consulta con que la policía no contaba.

Los deshechos

Policías, detectives y perros ovejeros entrenados no podrían haber llegado nunca a esta verdad, jamás la podrían haber desenmascarado por más pasión que pusieran, simplemente porque la mujer enmascara las pistas del hombre (incluso el mismo engaño masculino). Porque el deseo de enmascarar es bien femenino. No se trata de que tenía que ser una mujer, en la ceguera del dolor vengativo, la que arrancara de un tirón las máscaras y las pistas falsas (ese suele ser el oficio del hombre) sino que en el momento de delatar ella abandona a la mujer que ella es y desenmascara (como gustan hacer ellos en sus bromas pesadas).

Porque la posta del lugar de la mujer lo tomó "la otra"; aquella que ella había estado dispuesta a enmascarar mientras ese juego delictivo le asegurara su lugar. No es que la ley burlada no contaba con la mujer, al contrario, cuando dejó de contar con ella quedó revelado el robo del hombre. Y todos quedamos boquiabiertos, con un poco de miedo, pero no a la inseguridad que vivimos hasta adentro de un banco.

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