Martes, 9 de enero de 2007 | Hoy
Por Miriam Cairo
-Tesoro, no sirve de nada este miedo. Voy a darle un escobazo en el hocico.
-Primero probemos con unos terrones de azúcar.
-No creo que puedas endulzarlo. Es amargo por naturaleza.
-¿Decía algo usted?
-¿Viste? Lo endulzaste y ahora el miedo me quiere hablar.
-¿Este es el número último de la Calle de los Suspiros?
-Contestále vos porque hace mucho que yo no le dirijo la palabra.
-¿Cómo ha dicho usted?
-¡Si es el número último de la Calle...!
-¡Bueno, no grite tanto! Si éste es el último. Si usted supiera contar no molestaría a los vecinos.
-¿Acá vive la abridora de puertas?
-No me mires a mí, porque yo en esta conversación no existo.
-Busca a la abridora de puertas, ¿qué le digo?
-Que se vaya al diablo.
-¿No te das cuenta de que es el miedo, con hocico de perro y rabo de pollo?
-En vez de ofrecerle azúcar debimos darle un escobazo en el hocico y se hubiera ido a buscar a los diputados de la oposición.
-¿Vos sabés dónde está la abridora de puertas?
-En la peluquería porque quiere ser pelirroja, pero no se la vamos a entregar.
-Mire señor Miedo, nosotros no conocemos a todos los inquilinos...
-Pero la abridora de puertas es una mujer que se puede diferenciar de la multitud porque usa los pies como si fueran alas y vuela con los ojos abiertos.
-¿Te das cuenta? La conoce perfectamente. Este demonio quiere encerrarla para obligarla a caminar con sus horribles pasos de cangrejo. ¿Por qué no me dejaste darle un escobazo?
-¿Qué te parece si le digo que se fue a hacer el "Seminario de Abstinencia de Vuelos" para despistarlo?
-¡No! ¿No ves que va a venir a buscarla otro día? Decíle que aquí no vive nadie que pueda interesarle.
-Señor Miedo, aquí no vive nadie interesante.
-¿Nadie?
-Nadie. Sólo había dos personas interesantes. Una está jubilada y la otra está muerta.
-¿Quién está muerto?
-El capitán de la corbeta.
-Ah, sí, me acuerdo, me dio trabajo...
-¿Cómo dice usted?
-Amedrentarlo, me costó bastante. Los capitanes de corbeta son obstinados.
-Qué trabajo indigno el suyo...
-¿Cómo dijo?
-¡Que usted es un sentimiento de baja estopa!
-¡Usted cállese la boca porque dijo que en esta conversación no existía!
-Yo existo cuando quiero y dejo de existir cuando se me da la reverenda gana de no existir. ¿O acaso no se acuerda de mí?
-Sí, sos la dobladora de sombras.
-Ya no, demonio del infierno, ahora soy la barredora de mosaicos. ¿No ves que tengo una escoba?
-Señor Miedo, me parece mejor que vaya a otro edificio porque aquí no hay nadie con corazón tremolante.
-Sin embargo, además de la abridora de puertas, aquí vive el dueño del telescopio ¿no es éste el número último de la Calle de los Suspiros?
-No repita siempre las mismas preguntas porque me confunde.
-El dueño del telescopio entra y sale de este edificio.
-Porque se equivoca, señor Miedo.
-Déjeme ver si está aquí arriba. Retírese que vine a visitarlo.
-Acá no entrás, rabo de pollo.
-¿Perdón? ¿Y quién va a prohibírmelo?
-Yo. Así como dejé de doblarte las sombras ahora te voy a aplastar el hocico.
-¿Vos le doblabas las sombras al miedo? Nunca me dijiste.
-Eso y otras cosas peores. Pero se acabó, Tesoro.
-¡Déjenme pasar porque tengo patente de libre tránsito!
-Dejálo que entre porque es legal.
-Legal y fruncido como todos los burgueses que se recuestan en el poder de turno.
-Por eso te digo que lo dejes pasar. Debe estar apadrinado por algún diputado nacional o por los camioneros. ¿No viste que Micelli hace conferencias de prensa con Moyano al lado? Te vas a quedar sin trabajo si no lo dejás pasar.
-No voy a permitir que se lleve al dueño del telescopio porque es el único que me hace ver las estrellas. Vos estás contento porque ya no piensa en la abridora de puertas.
-¡Basta de cuchicheos y ábranme!
-Imposible. Ya le dije que acá no hay ninguna abridora de puertas y nosotros extraviamos las llaves.
-Vos me diste el terrón de azúcar y ahora me vas a dejar pasar.
-¿Por quién me toma usted, señor? Yo soy azucarero no amargador de personas.
-Corréte, Tesoro, que le doy un escobazo.
-No, porque te puede denunciar.
-¿Te das cuenta? Le diste azúcar y ahora te comportás como una rubia con uñas esculpidas. Te tiene en un puño. Si no luchás contra él la abridora de puertas no te va a hacer entrar por sus ojitos de cerrojo.
-Tenés razón. Vos dále un escobazo en el hocico y yo le estampo un zapatazo en el rabo.
-Bueno, ya he sido demasiado paciente. íCállense y denme paso!
-¡Paso, escobazo y zapatazo!
-¡Es la primera vez que le doy un golpe certero, Dulce Mía!
-¡Yo lo había dejado plantado pero me faltaba este crimen para sentirme purificada!
-¿¡Qué hacen par de insensatos!?
-¡Nos creamos una alternativa!
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