Martes, 15 de septiembre de 2009 | Hoy
El escritor George Steiner afirma que: "las palabras que son saturadas con mentiras o atrocidades no se recuperan fácilmente". Recientemente en, un discurso propalada con amplitud por cadena nacional se realizó un parangón entre las disputas de intereses mercantiles entre grupos capitalistas mediáticos y la siniestra práctica del secuestro y la desaparición forzada de personas.
Sólo una sociedad domesticada, anestesiada por las ancestrales prácticas de autoritarismo y demagogia puede no reaccionar con la energía necesaria frente a semejante provocación a las buenas conciencias.
La región Argentina, con pavorosos índices de feminicidio, no puede permitirse semejante banalización del mal. Dolores concretos, padecimientos concretos encarnados en cuerpos con nombres y apellidos reciben la indiferencia como respuesta.
Además, la violencia se ha institucionalizado como práctica disuasoria y el lenguaje de las topadoras es el sonido en los asentamientos de los marginados, los pobres y la pobreza, todo para que continúe el festín de las minorías que se apropian de todo.
Entonces apelar a la distracción de las masas trastocando las palabras para vaciarlas de sentido es un perverso recurso.
Banalizar el mal, tergiversar la memoria colectiva acerca de hechos atroces, todo un estilo de dominación, no es nuevo, ni original pero esto no lo hace menos repudiable.
Carlos A. Solero
Miembro de APDH Rosario
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