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Trenes y futuro

El miércoles pasado asistí a la charla que Jaime Remolins diera en la feria del libro y en la que relatara casi cronológicamente el deterioro del sistema ferroviario argentino y --según su óptica-- por qué estamos ahora sin trenes.

Compartiendo la cronología de los hechos, disiento en el enfoque dado a la charla, porque según Remolins ya no habría posibilidad de recuperar los trenes con una empresa pública eficiente y basado en la nefasta experiencia de nuestra década infame del menemismo, tiñe todo de corrupción.

Si bien es cierto que esa experiencia del neoliberalismo culminó la tarea de entrega de nuestro patrimonio, destruyó nuestro aparato productivo, enajenó la riqueza nacional --no solamente del patrimonio ferroviario sino el naval, aeronáutico, petrolero, minero--, el broche de oro del proceso de entrega lo dio Menem con Cavallo y la complicidad de la dirigencia gremial, que no vacilaron en aniquilar talleres, servicios, cortar con soplete locomotoras enteras para llevarlas como chatarra a Altos Hornos Zapla, robarse kilómetros de rieles para fundirlos, desmantelar estaciones y dejar pueblos fantasmas a los largo y ancho de nuestra geografía, por señalar lo más grave de lo ocurrido, desde Tren para todos enarbolamos la esperanza y sostenemos que los trenes volverán.

Volverán como vuelven las golondrinas cada verano, volverán porque las necesidades de las comunicaciones son tan importantes como el propio progreso, volverán porque las poblaciones del interior las exigirán y volverán porque los trenes son los únicos medios a los que se los puede electrificar para suplir los combustibles líquidos en probada disminución de la oferta.

Volverán porque los jóvenes se van sumando al pedido unánime de la restitución del más ecológico, económico, rápido y seguro medio de transporte y porque un mínimo sentido común indica su conveniencia.

Angel M. Contestí