Miércoles, 11 de septiembre de 2013 | Hoy
Chile
Hace cuarenta años, el 11 de setiembre, las fuerzas armadas de Chile derrocaron con un golpe de Estado al presidente Salvador Allende. Rápidamente los militares procedieron a incendiar el Palacio de la Moneda en el que el médico socialista junto a un reducido grupo de hombres de confianza resistía el levantamiento de clara inspiración fascista.
Instigado por el departamento de Estado norteamericano a cargo de Henry Kissinger y la compañía, el golpe contó con el financiamiento de la ITT, fue una clara expresión de la política desplegada por Richard Nixon, el presidente de EEUU, que poco después caería por el caso de espionaje Watergate.
Los militares golpistas iniciaron las redadas de militantes y luchadores sociales a quienes encerraron en el estadio Nacional de Fútbol de Santiago, que usarían como centro de detención, torturas y exterminio. El terrorismo de Estado y la Doctrina de la Seguridad Nacional, gestados en la Escuela de las Américas, donde se entrenó a los militares de todo el continente se puso en marcha de modo sistemático. En Argentina, el 20 de junio de 1970 se perpetró la masacre de Ezeiza, el día del retorno del general Juan Domingo Perón, quien recibió a Augusto Pinochet de general a general. Meses antes, Salvador Allende presenció la asunción al gobierno de Héctor Cámpora. Los tiempos habían cambiado.
En Latinoamérica se iban expandiendo las dictaduras cívicomilitares: Paraguay con Stroessner, Brasil con los "modernizadores" uniformados de 1964, Uruguay con Bordaberry que dio un autogolpe, en Bolivia reinaba Banzer.
El terrorismo de Estado iba abriendo brecha para la instauración del neoliberalismo, ideado por Von Hayek en Europa y en América del Norte por Milton Friedman.
El llamado "experimento Chile" fue inicio de la aplicación de políticas de desregulación, flexibilización y precarización laboral aprovechando la indefensión de la población como resultado de la política del terror de la dictadura.
A cuatro décadas no podemos dejar de evocar estos hechos siniestros que sembraron los gérmenes de muchos de los flagelos presentes y recordar las últimas palabras públicas de Allende: "Más temprano que tarde volverán a caminar los hombres libres que construirán una sociedad mejor".
Carlos A. Solero
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