Jueves, 12 de noviembre de 2015 | Hoy
Abismos
La desesperante situación de miles de inmigrantes que deambulan huyendo de las guerras es la punta del iceberg de las sociedades excluyentes en que nos toca vivir. En efecto, desde have décadas cientos y cientos de hombres y mujeres pugnan por ingresar a los países de Europa en la búsqueda de ámbitos menos hostiles. La respuesta de los gobiernos de los Estados ha sido más o menos homogénea restringir los cupos migratorios y en algunos casos hasta enviar a centros de detención a las personas ingresantes a sus territorios tildados como ilegales.
La devastación generada por las guerras en diversas latitudes como Afganistán, Siria y países de Africa como Nigeria, Libia, Sudán castiga a las poblaciones de múltiples maneras, con el aniquilamiento liso y llano producido por los bombardeos, con hambrumas por desabastecimiento alimentario y las pandemias y epidemias emergentes de todo esto.
Como si lo descripto fuera poco en los países europeos y en EEUU los grupos de tendencias racistas y xenófobas se manifiestan de modo violento atacando a los inmigrantes. Esta situación abarca desde matanzas en Suecia hasta persecuciones en Alemania.
Algún exponente de la burguesía, como el presidenciable Donald Trump, estigmatizó a los migrantes mexicanos y latinos y amenazó con la construcción de un muro en la frontera de EEUU con México.
El sistema del capital mercancía continúa acrecentando sus dividendos y el nacionalismo sigue siendo una de las coartadas ideológicas más eficaces para disfrazar las crisis provocadas para aumentar el control social, la explotación y la dominación de los pueblos. Hacer uso de los excluidos como chivos expiatorios portadores de todos los males es una frecuente maniobra de quienes gobiernan en todas partes.
Nosotros consideramos que ningún ser humano es ilegal y recordamos estas coplas del cantautor libertario Rafael Amor: "No me llames extranjero, ni pienses de dónde vengo, mejor saber dónde vamos, adónde nos lleva el tiempo. No me llames extranjero porque tu pan y tu fuego calmen mi hambre y mi frío, y me cobije tu techo. No me llames extranjero, tu trigo es como mi trigo, tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego, y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño. No, no me llames extranjero, traemos el mismo grito, el mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras, antes que vinieran ellos, los que dividen y matan, los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños, ellos son, ellos son los que inventaron esta palabra: extranjero".
Carlos A. Solero
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