La gente pasa rápido, en la ciudad están todos apurados; pero él se queda en el mismo lugar, una plaza, una esquina, un edificio viejo. Ordena sus cosas con el esmero de quien atesora lo poco que conserva: una frazada, diarios, cajas y algún recuerdo. Quizás esté allí sólo por una noche o quizás haya pasado una vida entera a la intemperie, a merced del frío o del sol. En Rosario decenas de personas viven en la calle. Hace algunos meses surgió una iniciativa para ayudar a quienes no tienen un techo, consta de armar bolsas de dormir con sachets de leche o yogurt, un material impermeable, térmico y fácil de manipular.

"Nos juntamos los martes y los sábados". Mauro González relata que los integrantes de Sol y Luz se reúnen para coser los sachets, que anteriormente cortan y limpian. Para armar una bolsa de dormir se necesitan 72 y su confección lleva aproximadamente una hora. Luego las distribuyen: "Como no salimos de forma organizada a la calle, empezamos por ir con la gente que conocemos. Y varias noches hemos salido espontáneamente, con las bolsas al hombro y vamos repartiendo", señala.

La asociación civil nació en 2012 con el objetivo de ayudar a las comunidades aborígenes del Impenetrable Chaqueño, sus integrantes viajan miles de kilómetros una o dos veces al año para llevar ropa y comida. En 2014 se pusieron en marcha proyectos de trabajo en Rosario: "Tu cuadradito abriga", "Café pendiente" y la Sachetera. Este último comenzó en Buenos Aires de la mano de una diseñadora de indumentaria y ahora se replica en diferentes puntos del país. En la página de facebook de Sol y Luz se pueden encontrar los lugares de recepción de materiales, que estarán disponibles hasta la semana del 18 de agosto.

Por su parte, para Nancy Monge, la Sachetera de Buenos Aires "fue una inspiración". Desde su participación en la asociación civil Jabes cuenta que también se juntan en domicilios particulares para confeccionar las bolsas de dormir: "Unimos los sachets con las termo selladoras, armamos las bolsas y después les hacemos un dobladillo con la plancha", describe. De la misma forma elaboran pilotos de lluvia, cartucheras y otros artículos para aprovechar el material durante todo el año.

Con el paso de las semanas la propuesta fue creciendo y desde localidades cercanas se comunicaron para realizar su aporte. "Nos llamaron desde Casilda, Pérez, Rafaela. Nosotros dejamos urnas en distintos lugares", subraya. La demanda aumenta, a su vez, entre las personas en situación de calle porque "se van avisando entre ellos".

En el caso de Jabes el trabajo comenzó en 2001 y se formalizó como organización en 2012. A la fecha se entregan unas 100 viandas de comida en cuatro zonas de Rosario: "Nuestra visión es repartir la vianda a la misma gente y tratar de trabajar con esa persona de manera individual. Ahora les estamos ofreciendo talleres de oficio, de apoyo escolar y de alfabetización", detalla sobre las actividades que se llevan a cabo en la sede de calle Alem 2564 (planta alta). En tanto, los viernes funciona un centro de aseo para varones y se brinda "ayuda psicológica con todo lo vinculado a las adicciones, sobre todo el alcohol".

Al respecto, remarca que la intención de la entidad es que "las personas se autosostengan" porque "nadie quiere vivir de la asistencia de otro". Y realiza una aclaración: "Nosotros no queremos que haya gente en la calle. Es un dolor cada vez que salimos y vemos a nuestros amigos en estas condiciones; ver que los golpearon, que no tienen un plato de comida caliente o que están enfermos. Por eso decimos que esto no tiene nada de lindo, lo hacemos hasta que ellos puedan salir de esta situación. No es que queramos hacer bolsas de dormir para siempre, nuestra idea es que la gente tenga su sustento y su vivienda digna".

En la misma línea se expresa Laura Nuñez, quien también forma parte de Jabes. "A nosotros lo que nos impulsa a hacer esto es ponernos en el lugar del otro. Duele ver a una persona a las siete de la tarde sin nada, acostada en el piso". Considera que el trabajo que llevan adelante implica "sembrar" una posibilidad en las personas para que tengan otras alternativas de vida. Ambas activistas coinciden en que la responsabilidad última debe brindarse desde el Estado. En la ciudad funciona un Refugio Municipal para varones de entre 18 y 60 años, ubicado en Grandoli 3450, cuya estadía es de 18 a 8.

Mauro González opina parecido, sostiene que "la realidad se puede cambiar" a través de estas iniciativas: "Si bien sabemos que no vamos a solucionar el problema fondo, tampoco nos corresponde, pero uno busca ayudar; son paliativos de las situaciones que vive cada persona. Estamos ganando tiempo, sabemos que hay cosas que sí o sí tienen que pasar por un sector político". Confía que quienes se suman a estos espacios tienen una historia que los ha marcado: "Es prácticamente una forma de vida", sintetiza. En algunas horas saldrá con sus amigos a dar batalla al frío.