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Jueves, 3 de enero de 2008

PSICOLOGíA › CUANDO LA POLITICA SE CONVIRTIO EN TRAGEDIA

Una respuesta a la barbarie

En un intento más de simbolizar lo impensable de una época
en que los derechos humanos fueron conculcados durante la
dictadura militar, Rosario/12 publica el siguiente artículo.

 Por Graciela Kait *

La dictadura militar que tomó el poder a partir del año 1976 en la República Argentina puede ser encuadrada dentro de lo que M. Foucault llamó en "la voluntad de saber", biopoder, biopolítica, esa forma que adopta la política cuando en sus cálculos y mecanismos se incluye la vida humana, cuando el cuerpo viviente se convierte en el objetivo de la estrategia política marcando esto "el umbral de la modernidad biológica".

Foucault entiende que este biopoder fue un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo que se afirmó sobre la base del control de los cuerpos produciéndose de este modo, un giro en la vieja caracterización de Artistóteles para quien el hombre era un animal viviente y además, capaz de una existencia política a diferencia de la modernidad en la que el hombre es un animal en cuya política está en entredicho su vida de ser viviente en la medida en que su cuerpo entra en los objetivos estratégicos de la política.

G. Agamben retoma, despliega y completa el planteo de Foucault afirmando que los lugares por excelencia de la biopolítica moderna son el campo de concentración y los estados totalitarios del Siglo XX: siglo del crimen, siglo feroz, siglo liberal, siglo en el que la política se convirtió en tragedia, siglo de la pesadilla, de la barbarie, de las depuraciones tal como lo caracteriza Badiou, siglo de la pasión de lo real, es decir, del horror destructivo que está más allá del bien y del mal.

Agamben entiende que ubicar la vida biológica en el centro de los cálculos del Estado vuelve a poner a descubierto el viejo vínculo entre el poder y la nuda vida, vínculo que se hace patente en los estados de excepción que se sirven de la suspensión de los derechos y garantías constitucionales para imponer su terror. Así, decretar el estado de sitio fue, hace más de treinta años en nuestro país, la antesala del terrorismo de Estado que hizo de la excepción, la regla.

La nuda vida es solidaria de una arcaica figura del derecho romano llamada homo sacer. Se trata de un hombre juzgado por un delito, considerado malo e impuro cuya vida, nuda vida, cualquiera puede dar muerte impunemente siendo, a la vez, insacrificable, es decir, no pudiendo recibir la muerte según las normas del rito religioso.

Este hombre sagrado -homo sacer- no puede recibir la muerte según el ritual religioso establecido porque ya está en manos de los dioses infernales. De este modo, Agamben concluye que el homo sacer estaba tanto por fuera del derecho humano -muere impunemente- como del derecho divino y esto debe ser considerado como el primer paradigma del espacio biopolítico de Occidente: la vida humana por fuera del derecho y en manos de los dioses del infierno, es decir, en manos de la crueldad desenfrenada.

Al respecto, quisiéramos traer a colación la aseveración de Massera en un reportaje que le hiciera un semanario por el año 1995, reportaje que fue retomado en un artículo del 27 de julio de ese mismo año por el diario Página/12; afirmó allí, como final de la nota, que él tenía a Dios sentado sobre su hombro. Seguramente, se trata del dios del infierno -esos dioses oscuros para retomar a Lacan en Kant con Sade-, amos y señores de la vida que como dijimos, en el estado de excepción, escapan a los alcances de la ley jurídica. Esta declaración también, solo puede ser pensada políticamente hablando, cuando la excepción es la norma.

Estrategia represiva de la dictadura militar "La doctrina del paralelismo global", es el trabajo que Emilio Mignone y Augusto Conte Mac Donnell presentaron en el Coloquio de París en 1981 organizado por un grupo de abogados exiliados en Francia para, entre otras cosas, abonar a la elaboración de una convención internacional contra las desapariciones forzadas de personas. El trabajo contiene un análisis integral del método criminal utilizado por la dictadura con una parte visible, pública y otra invisible, secreta.

La visible, el conjunto de normas, legislación de excepción, que se sancionó para enmarcar la acción a desarrollar otorgando un poder absoluto sin precedentes en el país. La secreta, que según los autores, pudo ser reconstruida por aquellos años en base a testimonios, datos y el examen de las operaciones y textos disponibles caracterizando al accionar como propio del totalitarismo.

La política de desaparición de personas en la que se incluyó la desaparición de niños caracterizada fundamentalmente, por la pérdida de su identidad, fue heredada del ejército francés que asesoró desde 1957 al ejército argentino según su modo de operar en Indochina y en Argelia; asimismo, más tarde fueron los norteamericanos quienes influenciaron en este tipo de acciones. Todo esto -dice Camps en un artículo publicado en La Prensa en enero de 1981- hasta que llegó el momento en el que asumimos nuestra mayoría de edad y aplicamos nuestra propia doctrina.

En la misma vía en la que Foucault se refiere a la biopolíca como la política sobre los cuerpos funcional al capitalismo, podemos leer en el trabajo de Mignone y Conte Mac Donnell: "El célebre economista norteamericano Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía, en una conferencia que pronunció en México a fines de septiembre de 1980, ha calificado al actual sistema político argentino como "fascismo de mercado" o, con más claridad, un régimen fascista destinado a promover, una economía de libre empresa sin consideraciones sociales de ningún tipo". En coincidencia con este punto de vista, el Secretario de Estado, Guillermo Walter Klein, el colaborador más próximo a Martinez de Hoz, ha declarado según informa el diario Clarín del 5/10/80 que el programa económico aplicado desde marzo de 1976 "es incompatible con cualquier sistema democrático y solo aplicable si lo respalda un gobierno de facto".

Es decir que, esa modernidad que se gestó a la luz del Iluminismo desembocando en la Revolución Francesa con grandes ideales de libertad, igualdad, fraternidad, bienestar y progreso para todos, mostró durante el Siglo XX su cara más feroz y cruenta, esa que escapa a la razón y actúa desde lo que los griegos llamaron hybris: la desmesura, el exceso, la transgresión a la norma, la barbarie.

También, es de los griegos de quienes nos llega la etimología de bárbaro; bárbaros eran los pueblos que no hablaban griego, los extranjeros dentro de los que se incluían tanto las tribus salvajes que los rodeaban como los pueblos más cultos de oriente, siendo en definitiva considerados bárbaros aquellos que no vivían ni pensaban como griegos, aquellos que pertenecían a otras culturas.

Pero, ¿a qué cultura pertenecerían quienes desde posiciones mesiánicas más o menos delirantes se arrogaron durante el Siglo XX el derecho a la vida o la muerte, quienes creyeron, por ejemplo, que podían apropiarse de niños rompiendo con su cadena filiatoria para insertarlos en otras adulterando documentos públicos y prolongando así, la lógica concentracionaria?, quienes creyeron que no habría consecuencias ni respuestas para el trauma que introdujeron con su accionar, trauma que aconteció como todo trauma en la mayor inermidad, en la indefensión absoluta.

* Psicoanalista

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Massera dijo en una nota que él tenía a Dios sentado sobre su hombro. El dios del infierno escapa a los alcances de la ley jurídica.
 
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